Hola querida
audiencia, disculpen las molestias de no escribir muy seguido, es cierto que a
veces me salto la semana y, es cierto que cada vez que lo hago siempre
encuentro la excusa “perfecta” para poder justificar mi falta; ahora, mi
“excusa”, es que mi encierro en un encuentro de líderes estudiantiles, no me ha
permitido hacerles mi entrega en la última semana de noviembre.
Durante la
semana pasada, recibí la visita de la monitora externa, del proyecto que tengo
a cargo; su itinerario consistía en poder visitar algunas instituciones
educativas en las que intervenimos y una UGEL, desde mi punto de vista puedo
estar confiado en que la visita en si, no sólo fue agradable sino que, al mismo
tiempo, fue satisfactoria. Una de esas noches, mientras nos dirigíamos a un
paraíso culinario en Tarapoto, pasábamos por los exteriores de una institución
educativa pública inicial; había un sinnúmero de chiquitines dando rienda
sueltas a su imaginación, correteando por todo lado, en un principio pensé que
había una reunión de AMAPAFA (Asociación de Madres y Padres de Familia) o algo
por el estilo, pero, luego vi a sus padres y madres sentados/as en “fila
india”, escoltando la puerta principal; entonces comprendí que esa fila, era la
“tradicional” cola de espera por una vacante en esa institución.
Recordé que
hace tres años, mi esposa y yo nos encontrábamos en una situación similar; una
de las docentes (madre de un viejo y estimado amigo), nos pasó el dato que en
la institución educativa inicial, en donde ahora mi hija está ad portas de
cumplir con su primera etapa de estudios, estaban a punto de publicar la lista
de vacantes disponibles para dicha institución educativa y, que si queríamos
postular a una, debíamos ir con suma urgencia pues la gente ya estaba haciendo
cola y las vacantes eran limitadas; y así fue, mi esposa salió cual rayo de la
casa y llegó justo a tiempo para alcanzar una vacante, éramos casi los últimos
de la fila pero, ya estábamos dentro.
Ahora
iniciaba otra “batalla”, la de “resistencia”, pues las inscripciones no
estarían dispuestas sino hasta el siguiente día; entonces, quienes habíamos
llegado a tiempo y estábamos “dentro” podíamos quedar fuera, si es que en algún
momento determinado descuidábamos la cola o si simplemente decidíamos dejarla.
Se hizo una “lista oficial” de quienes estaban desde un principio, a fin de
evitar vivezas y, se nos tomaba lista cada cierto tiempo; en tanto que mi
esposa hacía la cola durante el día, mi hermano y yo veíamos el tema de papeles
y otros documentos necesarios a presentar al momento de la inscripción; la
noche llegó y, con ella la renovación de guardia, iba a madrugar fuera de casa
y, no era ni en un velorio ni en una fiesta y tampoco había café de media noche
o caldito de gallina o un traguito calentador, no. Paso de todo durante la
noche, anécdotas que quedarán en la memoria de quienes nos acompañamos esa
noche; al día siguiente, se hizo el último check de la “lista oficial” a eso
las 6.30 de la mañana y, a las 7.30 ya teníamos los tickets en mano para
ingresar y hacer las inscripciones correspondientes.
A nosotros
sólo nos tomó una noche la espera; sin embargo, en otras instituciones
educativas la espera puede tomar dos, tres, cuatro días e incluso una semana
entera; durante ese tiempo, quienes están “fuera” del número de vacantes
disponibles, pueden tener la oportunidad de subir un nivel, siempre y cuando
otro de los postulantes, desista y salga de la cola.
El objetivo
es uno sólo, lograr una vacante de estudios, dentro del sistema público de
educación; mientras la gente hace cola, tenemos a los directores suplicando a
los padres que no lo hagan porque no es lo correcto; por otro lado, tenemos a
la prensa que hace cobertura de las molestias y reclamos de los padres
postulantes, pues sienten que es un “abuso” hacerles esperar tanto; así mismo,
tenemos a las autoridades educativas (UGEL | DRE) haciendo las visitas
correspondientes para responder a la pregunta ¿Qué está pasando?; y a la
Defensoría del Pueblo que no deja de llamar la atención a los directores por no
“acelerar” el proceso.
Todos(as) sin
lugar a duda han identificado el principal problema, tenemos pocos espacios
(vacantes) para ofrecer dentro del sistema educativo público; puede que en
algunas zonas falte la infraestructura (más y mejores aulas) y en otras sobre
ello (sólo funcionan en un solo turno); nos falta docentes, nos falta material
educativo, nos falta escuelas, nos falta mejorar la calidad educativa que se
brinda a la población. Para quienes no lograron una vacante, pueden intentar ir
a otra institución educativa pública, y, hacer el mismo proceso; o pueden
“solucionarse” la vida y no mandar a su hijo(a) al jardín, total el primer año
(3 años) no es “tan importante”, ya cuando esté en 4 puede entrar pero, ¿Qué de
los que van a entrar a grados superiores?; o pueden optar por ir, en contra de
la voluntad de sus bolsillos, a una privada, en este caso, la solución, no es
decirle al padre o madre: “ya no tenemos vacante pero, puede matricularlo en un
privado y ya el próximo año regresa, es sólo un añito” NO, esa no es la
solución, y ojo, aclaro que no tengo nada en contra del sistema privado, es
sólo que no todos(as) tienen la posibilidad de acceder a ello; después de todo,
según nuestra constitución (Art. 13 y 17), tenemos derecho a una educación
gratuita y de calidad.
Es necesario
que el Estado invierta más de lo que ya invierte, en educación; que no se vea
como un gasto innecesario o torpe, tengamos en cuenta que, gracias a la
educación, vamos formando nuevas sociedades, vamos cambiando el mundo en el que
vivimos, entonces ¿Cómo hacerlo si no tenemos recursos? ¿Cómo hacerlo si ya no
tenemos “vacantes”?
Simplemente KAJOVEPI
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