Seguimos celebrando y reflexionando
Esta pandemia, entre otras cosas, ha
trasladado la escuela a nuestras casas; y, sin querer queriendo, ha hecho que
los padres y las madres se conviertan en los auxiliares personalizados de cada
hijo e hija. Sí, al principio hemos (porque lo hice) renegado sobre el sistema,
la forma y la propuesta denominada Aprendo en
Casa.
Aprendo en Casa es la estrategia del Ministerio de Educación
que busca garantizar el derecho a la educación de más de 6 millones de
estudiantes de las escuelas públicas. Propone la educación a distancia en el
contexto del estado de aislamiento social decretado por el Gobierno para evitar
la propagación del coronavirus (COVID-19), que impide las clases presenciales.[i]
La estrategia es buena e interesante, y se ha
implementado a nivel mundial; sin embargo, hubo quienes se atrevieron a
cuestionar la estrategia, se hizo carga montón contra los actores (y especial
contra una actriz, Stephanie Orue), y, se revelaron (no sé que tan
cierto es ello) astronómicas cifras que el Estado ha desembolsado a privados
(televisoras, radios, actores, actrices y más) para que las clases sigan su
rumbo.
Es cierto que la educación no puede ni debe parar;
es cierto que sólo con la educación (de calidad) podemos llegar a cambiar
nuestros sistemas, sociedad y vida; pero, ¿qué pasa cuándo el acceso a la misma
no está garantizada? ¿qué pasa cuando quienes tienen la obligación de estudiar,
no pueden hacerlo porque no tienen ni los medios, ni los recursos para ello?
Según el Decano del Colegio de Profesores,
Helí Ocaña, “Solo el 28% de los hogares tienen internet, y no será posible una
buena educación sin conectividad. La radio y televisión, siendo
unidireccionales, no ayudan al desarrollo educativo sincrónico. Solo el 37.9%
de alumnos de primaria y 71% de secundaria acceden al internet. Un 82% de la
población de escuelas bilingües solo acceden a las clases por radio”.[ii]
Esa realidad nacional, se vuelve mucho más dura
e indignante, conforme la vamos desagregando a nivel de regiones, provincias y
distritos. Es, a su vez, una
realidad común en los otros países de
América Latina.
Frente a situaciones tan complicadas como
estas, en la que los y las estudiantes no tienen internet o saldo en sus
teléfonos o televisores o radios; hubo, esos héroes sin capa que pese a las
prohibiciones de salir de casa y aun siendo conscientes de los riesgos a los
que se exponían (y se exponen), decidieron salir de sus casas para, buscando la mejor estrategia alternativa, compartan las clases con sus pequeños y pequeñas.
Y entonces tenemos a un entusiasta Efraín Raymondi, profesor de quinto grado de primaria, que su iniciativa de convertir su
sala en un salón de clases, ha logrado que el empresariado privado done una
laptop a cada uno de sus alumnos y alumnas.
Tenemos a Gerson Ames, profesor huancavelicano,
quien ha implentado su “educación a delivery”, a diario toma su pizarra
acrílica, unos plumones, un parante y un parlante para hacer un recorrido
diario de 4 horas, tiempo durante el cual, va a cada una de las casas de sus
alumnos y alumnas y les dicta sus clases. Oscar Dávila, profesor de la región
Cajamarca, hace lo mismo en la localidad de Chugur; a diario monta su caballo y
va por sus alumnos y alumnas.
Pero, así como tenemos a buenos guerreros y
guerreras; también tenemos a quienes hoy se han convertido en estrellas de luz, allá, en los cielos. A la fecha, según el Decano del Colegio de
Profesores del Perú, hay cerca de 240 docentes fallecidos (y la cifra sigue
creciendo).
Perder a los y las docentes, nos dolió, nos
duele y nos seguirá doliendo; nos genera impotencia y otro tipo de sentimientos
encontrados. Esa sensación de saber que un día estuvieron alegres en nuestras
aulas, y, de pronto, se van sin darnos la oportunidad de decirles adiós; y sin
poder ofrecerles ningún tipo de reconocimiento póstumo (porque el virus no nos
permite, siquiera, darle un entierro digno).
Son momentos difíciles, sí, pero sabemos y
estamos confiados, que el bullicio de las aulas, pronto volverán a retumbar en
nuestros oídos. Feliz día.
Simplemente KAJOVEPI