Estoy
convencido que en más de una ocasión hemos escuchado una frase similar, ya sea
para defender un lago, un barranco, una ciudad, una región, una escuela o algo
parecido. La frase, tal cual se expone, habla de dos situaciones; la primera,
está ligada con ciertos intereses (económicos, políticos, ideológicos o
similares) y, frente a ese tipo de intereses que, desprestigian o dañan aquello
que está en defensa, se encuentra la segunda situación, aquella que busca
proteger, defender e impedir que esos intereses logren su cometido.
Seguimos
escribiendo en la línea electoral, la verdad es que no es mi intención escribir
sobre el particular; sin embargo, semana tras semana ando encontrando
situaciones que, de alguna u otra manera me obligan a hacerlo; sospecho que
ello irá con más fuerza en los últimos días, próximos al 07 de octubre.
En esta
ocasión quiero atreverme, desde este humilde espacio, a hacer una denuncia
pública en respuesta a un acto público, sucedido el domingo 16 de setiembre en
la iglesia a la que todavía asisto. Aun sabiendo que después de esta
publicación, es más que probable que me vuelvan a llevar ante los tribunales
eclesiales para, intentar obligarme que deje de criticarlos; soy consciente de
que no soy santo de devoción de nadie pero, ello no me impide a expresar mi
malestar frente a situaciones ridículas, absurdas y autoritarias; como la
ocurrida el último domingo.
Resulta que, decido
ir al culto dominical y, de pronto me doy cuenta que tanto el director de culto
como el pastor principal, estaban bastante inquietos y alegres; al principio no
tenía ni idea del ¿Por qué tanta algarabía?, de pronto, encuentro la respuesta
a la interrogante y, veo que entre todos los asistentes, se encontraba un
candidato a la alcaldía provincial de Moyobamba (no mencionaré el nombre, a fin
de no seguir haciéndole propaganda), quien por cierto, ya había participado del
primer culto. Allí estaba él, sentado en primera fila, junto a parte de su
equipo técnico; y allí estaban ellos, haciendo el ridículo, hablando maravillas
del candidato, resaltando sus cualidades, dándole la bienvenida cada 5 minutos,
haciendo énfasis en que el susodicho es también “evangélico” y que chévere que
tengamos un candidato cristiano y que si gana las elecciones, a los evangélicos
nos “irá bien” en los próximos 4 años de gestión.
El culto en
su totalidad, fue destinado para el privilegiado e iluminado de Dios y que
ahora tiene la difícil tarea de postular a la alcaldía provincial, una tarea
nada agradable más aún cuando hay todo tipo de ataques y denuncias entre
candidatos, algunas de ellas totalmente falsas y, otras son más que irrefutables.
Le han dedicado versos bíblicos (como recomendación para su posible gestión); el
sermón fue destinado para él; se le ha pedido que pase al frente para que la
feligresía en su totalidad, extienda sus manos hacia él y se le dé la
bendición; y, como si eso no fuera poco, a la hora de salida se le ha pedido
pararse en el hall principal para saludar a todo el mundo; por poco y no mandan
a pintar la fachada de la iglesia, con los colores del partido, y nos dicen
¿Qué símbolo es el que se debe marcar el 07 de octubre?.
Aquella
mañana de domingo, no sólo se ha llevado a un candidato a la iglesia para
promocionarlo; aquella mañana se hizo algo más que eso, esa fue la mañana en
que la iglesia fue “vendida” a un determinado partido político; esa fue la mañana
en que la iglesia ha caído en ridículo y se ha visto desprestigiada; me
pregunto será que ¿Hay alguna intención de por medio? O será que ¿Se está
esperando algún beneficio a contraparte?
Otra pregunta
que conviene hacer es ¿Estará mal que un evangélico busque “incursionar” en la
política? Particularmente creo que no, pero “zapatero a su zapato”; una cosa es
que la política te ilusione, entonces buscas incursionar en ella sólo por
satisfacer esa ilusión y al final, terminas haciendo politiquería; pero es muy
distinto entrar en ella (en la política) porque realmente te nace hacerlo y te
preparas para ello, entonces vives la política y buscas que ésta sirva al
pueblo.
Ya hemos
tenido ejemplos de cómo la iglesia se ha visto manchada por apoyar a determinado
candidato o partido político; el mayor ejemplo, para mí, es cuando Alberto
Fujimori postulaba a su primer gobierno y, entre otras estrategias buscó
acercarse al pueblo evangélico y pues, ya sabemos cómo acabó esa historia. Su
hija, Keiko, siguió sus pasos y ya hemos visto a qué iglesias se ha ligado y ya
sabemos qué pasó luego.
Puede que más
de uno de nosotros tenga una opción partidaria, lo cual se respeta pero, ello
no implica que, aprovechándome de mi cargo, obligue a una congregación entera a
escuchar mis alegatos, desde el púlpito, para defender a “mi candidato”, no;
eso no es aceptable, eso no es ser abierto ni mucho menos neutral; eso es
exponer a la iglesia (feligresía e institucionalidad) a satisfacer apetitos
personales; eso es intentar vender a la iglesia, a candidaturas nada
convincentes; y la iglesia, la iglesia no está a la venta.
Simplemente
KAJOVEPI