jueves, 17 de febrero de 2022

Cotidiano


A diario nos pasan cosas entre increíbles, indeseables y cotidianas, hechos que muchas veces no pide atención especial pero que, sin embargo, si acaso nos damos unos escasos segundos para ese análisis, innecesario quizás, descubriremos que, en medio de la cotidianidad, hay una que otra cosa simpática.

En el marco de una fecha tan especial, que poco a poco se está convirtiendo en burda y consumista, me arriesgo a compartir con ustedes (como todos los años) unos cuantos versos, de un poema titulado “Hospital”, que espero lo disfruten.   

 

H O S P I T A L

Tu amor es así,
frío como la cama de este hospital obsoleto
al que le falta medicamentos;
capaz de dejar el corazón herido,
así de abierto como las heridas que aquí se suturan. 

Tus besos,
tus besos siempre fueron así,
insípidos como estos 200 gramos de guiso de pollo sin sal;
aquí, una visita médica de rutina
dura más que cualquiera de tus orgasmos fingidos
de medianoche.

La receta médica indica:
un gramo de paracetamol
cada vez que tu voz atormente mis huesos,
dos pufs de salbutamol
para cuando me sienta ahogar en tus recuerdos,
y, media tableta de ramipril, en ayunas,
por si me vuelvo a cruzar contigo. 

Pero, frente a la sobredosis de tus pupilas amarillas
o para cuando me automedique
con el olor de tu ombligo recién bañado,
no han prescrito nada,
tal vez, porque puede que tu amor no sea tan frío,

si no, el diagnóstico de una enfermedad terminal.


Simplemente KAJOVEPI

jueves, 10 de febrero de 2022

Sí, he vuelto

 


¡Cafecines! ¿cómo están? No saben el gusto que me da de volver por estos lares después de un largo, pero muy largo silencio; sí, de un momento a otro me perdí y no di explicaciones de ello.

Y es que a veces, es necesario que hagamos un alto en nuestras actividades, en nuestro diario vivir; que de pronto nos detengamos en nuestro caminar y evaluemos: ¿cómo vamos? ¿qué estamos haciendo? ¿cómo lo estamos haciendo? pero, además, preguntarnos si aquello que estamos haciendo ¿está o no supliendo nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestras metas…?, es decir, esto que estamos haciendo ¿realmente lo queríamos hacer? o, como dicen por ahí, “nos hemos convertido en aquello que odiábamos”.  

En mi caso, por ejemplo, me había convertido en un escritor empedernido, alguien que solamente escribía por escribir, que porque tenía un teclado al frente mío había que llenar una hoja en Word y ya, que se publique y punto; cuando mi intención, era y es, claro está, escribir, sí, pero no hacerlo por las puras, sino, hacerlo con pasión, y la pasión implica, al menos para mí: entrega, compromiso, respeto (hacia mi y hacia mis lectores); implica, para este tipo de espacios, un momento de investigación previa, de saber olfatear por dónde va la cosa; también es necesario tener una cuota de creatividad, a fin de poder congeniar las palabras, conectores, la gramática y otros detalles que, al final, contribuyen a un buen producto.

Y para serles sincero, yo no me había dado cuenta de esto y quizás nunca me hubiese dado cuenta, si no fuera por esa matadora entrevista que tuve con un editor, días antes de mi cumpleaños número treinta y tres. Como ustedes bien saben, o bueno, les cuento, desde hace algunos años (unos 10 tal vez) estoy detrás de la publicación de un pequeño libro de poemas, un libro que comparta con ustedes parte de mi inspiración; algo de eso les he contado acá e incluso es probable que hayas leído uno que otro verso por allí.

Pues bien, llevé el esbozo de mi primer libro a un editor muy reconocido aquí en Moyobamba, quien luego de un poco más de un año de tenerlo entre sus manos, me llamó y me dijo -necesito hablar contigo-; con toda la emoción del mundo, fui a esa tan ansiada entrevista y, ¿qué creen?, sí, fue matadora; la verdad es que nunca había recibido ese nivel de críticas, o bueno, con ese calibre. Para resumirles la conversa, aquel editor me dijo (parafraseando) -mira, te quiero ayudar y esa es mi única intención aquí, así que, hay que rehacer esto, es necesario construir imágenes, olvidarse de las frases hechas, hacer a un lado la cursilería, construir imágenes… vamos, tú puedes-.

Esta entrevista fue suficiente como para preguntarme ¿en serio lo estoy haciendo bien? aquello que escribo, ¿tiene el impacto que quiero? ¿estoy llegando al corazón de la gente? ¿estoy siendo cursi? ¿debo ser más osado? y cosas por el estilo. A partir de ese momento, y luego de leer algo de los libros y autores que me recomendó, empecé en este proceso de reestructuración de mi propuesta y espero, poder tenerla lista en estos días (ya solo me falta reestructurar 4 de 25 poemas).

Obviamente este proceso de reestructuración, de reflexión, de pensar y meditar en mis escritos, no sólo se abocaron a mis versos, sino que también invadió este cafecito, mis blogs, mis historias y hasta los informes de oficina. Y luego de todo este tiempo, en donde muchas veces he dejado que el desgano me derrote, me dije a mi mismo -carambas, esto es lo que te gusta, esto lo que quieres, las críticas, son eso, críticas y nada más, no debes tumbarte, por el contrario, debes anotarlas, analizarlas, estudiarlas, tomar viada y volver al ruedo- y nada, aquí estoy otra vez, por una temporada más. Hasta la próxima semana. 

Simplemente KAJOVEPI