Hace algunos años, en el marco del día
internacional del museo que, en esa ocasión tenía como temática “Museos con
memoria”, pues pretendía que dentro de los museos de Latinoamérica se hable
sobre los hechos de violencia política acontecido en diversos países, cómo es
que se dieron los hechos, cómo es que se hizo frente a este periodo y, además,
cómo es que hoy por hoy estamos viendo el tema de memoria y reconciliación. Mi
persona fue invitado a ser parte del jurado calificador del concurso de
oratoria entre estudiantes del nivel secundario, a nivel regional; a ellos se
les pedía hacer una exposición sobre sus posturas alrededor del tema, en un
espacio de algo más de tres minutos.
Durante las exposiciones escuché de todo, desde
estudiantes que refutaban sus posturas en función de datos estadísticos
extraídos de cualquier libro de historia, hasta reflexiones un poco más
sinceras y humanas, pues se trataba de hijos, nietos, sobrinos de víctimas
directas que vivieron la época de violencia política (en el Perú, entre los
años 1980 al 2000). Para serles sinceros, el evento no dejaba de ser académico,
pero, al mismo tiempo, era bastante largo (cerca de 50 exposiciones) y
aburrido; hasta que, en su momento, hubo dos exposiciones que llamaron mi
atención.
La primera, a cargo de un estudiante Awajún que
provenía de colegio de la provincia de Rioja y que era natural de una de las
comunidades nativas que fueron partícipes del “Baguazo”, este joven esbozaba su
reflexión en función de experiencias, un chico que había sufrido
discriminación, por el hecho de ser Awajún, que había sentido el olvido y
repudio por parte de sus autoridades que se negaban a escucharlos y que, cuando
decidieron levantar su voz a través de la protesta, fueron reprimidos; nos
decía él (parafraseando) <<…cómo podemos hablar de memoria y
reconciliación, si hoy por hoy seguimos tratándonos con esas diferencias entre
ciudadanos de primera y segunda clase…>>.
La segunda exposición, estaba a cargo de una
estudiante de uno de los colegios de Moyobamba, nos aseguraba que, si bien es
cierto tanto ella como su familia no fueron víctimas de este periodo, sin
embargo, consideraba que el fin de estos años negros no hubiesen sido posible,
sin la intervención de Alberto Fujimori, pues, en su calidad de presidente del
Perú, se puso bien los pantalones y terminó con el terrorismo, claro,
concediéndole a él, entre otras cosas inexactas, la captura de Abimael Guzmán.
Algo que me sigue generando ruido hasta ahora,
en mi cabeza, es preguntarme ¿cómo es posible que una estudiante crea
fehacientemente que Fujimori acabó con el terrorismo? Pero, además ¿dónde
aprendió ello? ¿cuáles son sus fuentes? si la información que yo tengo dice lo
contrario. Es preciso indicar que, no es la primera vez que alguien se atreve a
afirmar semejante falacia, lo he escuchado múltiples veces, pero, todas esas
veces fue por personas mayores, un poco mayores que yo incluso. Bien dicen que
quien no sabe su historia, está condenado a repetirla.
Como bien sabemos, el Tribunal Constitucional
ha decidido restituir el indulto concedido a Alberto Fujimori, un fallo del
cual no tenemos referencias exactas sobre sus fundamentos, dado que aún no se
publica la resolución; al respecto, hay quienes están a favor del fallo, hay
quienes lo cuestionan y hay quienes seguirán preocupándose porque el trend del
baile de Anita les salga a la perfección en el tiktok; un fallo que ha desempolvado,
por enésima vez, la polémica y el revanchismo entre fujimoristas y antifujimoristas,
agudizando así nuestra crisis política, que en gran parte se sostiene y origina
por ideologías contrarias.
Fujimori será, para muchos, ese pobre viejecito
agonizante, “preso” de un cáncer terminal, que ya sufrió demasiado en la DIROES
y que ahora merece, por temas de compasión, pasar sus últimos días al lado de
su familia. Para otros, es un zorro viejo que sólo está jugando con su salud a
fin de poder obtener una gracia presidencial y una vez logrado esto, tomar sus
maletas y fugar a Japón, en donde no sólo disfrutará sus últimos días lejos de
la justicia peruana, sino que, además, gozará de esos millones que por años nos
robó. Es también, visto desde otra perspectiva, un capo de la política peruana
y esto no es más que parte de su estrategia. Es, por otro lado, el responsable
directo de los delitos de lesa humanidad que se le imputaron (Barrios Altos y
La Cantuta) y, por lo tanto, pese a que la postura sea dura, merece “morir” en
la prisión, pues ese es su destino.
Sea cual sea la postura que usted maneje,
Fujimori fue, es y seguirá siendo el punto de quiebre en nuestras mesas. ¿Por
cuánto tiempo más?, sinceramente, no lo sé, solo espero que acabe pronto.
Simplemente KAJOVEPI