-¡temblor!, ¡temblor!...- gritaba la gente,
desesperadamente, mientras salían, como podían y con lo que tenían, de sus
casas; en mi caso, mientras salíamos de nuestros cuartos de hotel y, nos
dirigíamos a los exteriores del mismo.
Esa
es pues una respuesta inmediata, y por instinto, que tenemos frente a una
situación como ésta; de pronto sentimos un movimiento telúrico y, salimos
corriendo a un lugar abierto. Hay quienes recomiendan que éste desplazamiento
debe ser posterior al movimiento, ya que la desesperación, y a veces el egoísmo por querer ser el primero en
salir, ocasionan mayores daños que
el mismo movimiento en sí; otro factor a determinar es que, precisamente y por
razones de seguridad, lo principal que se restringe es el fluido eléctrico,
entonces es probable que, al momento en que te estés desplazando y, si es de
madrugada (como el último sismo), te quedes a oscuras y ello complicaría más la
situación; añadamos a ello, que el movimiento puede ocasionar la caída de
objetos, algunos pesados, y esto podría ser fatal. Lo que se recomienda es que,
si estas cerca a una puerta de escape, efectivamente puedas salir pero, de lo
contrario, ubiques una zona segura y te refugies allí hasta el momento en que
el movimiento haya pasado, ya luego puedas salir a un espacio abierto y seguro
y, esperar hasta que todo esté seguro.
Todas
estas cosas, nos los enseñan en los famosos, pero nada serios, simulacros de sismo; y digo nada serio,
porque efectivamente son pocos los que le dan la importancia debida a este tipo
de simulaciones, es más, en algunos casos ello se hace por un mero
cumpli-miento. Si queremos una muestra de que a veces el tema no es tomado muy
en serio, tendríamos que darnos una vueltita, durante los simulacros, por las
instituciones educativas, veremos pues, que la mayoría de estudiantes, y
algunas veces el mismo personal docente, no asume el tema con responsabilidad;
ya están chacoteando, corretean por aquí y por allá, y no toman en cuenta la
serie de recomendaciones que se emiten; recomendaciones que si las
consideramos, pueden tomar salvar nuestras vidas.
Hace
algunos años, cuando trabajaba para otra institución, asistí a un curso de
prevención de desastres; previo a la capacitación hubo una serie de
inundaciones, en varias localidades del Perú. El capacitador, que a decir de él
era un desastrólogo, es decir un especialista
en desastres; en función de su vasta experiencia indicaba que, por cada dólar que se deja de invertir en
prevención, se invierten siete dólares en reconstrucción (atención).
La
tierra, por razones científicas que luego los geólogos nos explicaran, se ha
vuelto a mover, y esta vez movió a casi todo el país, en esta ocasión el movimiento
duró un poquito más de dos minutos. La
respuesta, por parte de las autoridades, nacionales y locales, ha sido
inmediata; hasta el cierre de ésta nota (26/05/2019, según el COEN), sólo se ha
reportado 05 colegios y 04 centros de salud afectados, 02 centros de salud
colapsados, 01 persona fallecida, 11 heridas , 53 familias damnificadas, 48
familias afectadas, 55 viviendas inhabitables y 48 viviendas afectadas. Sospecho, que si la gente le hiciera
caso a dicho desastrólogo, que por cierto es un alto funcionario del INDECI, el
número de edificios afectados hubiese sido menor.
Hay
un viejo refrán que dice: defensa civil,
es tarea de todos; que ese refrán no sólo sea una frase acuñada por
costumbre en nuestros labios; sino que por el contrario sea una frase que nos
motive a accionar; a tener siempre listo nuestras maletas de emergencia; a
identificar rutas de escape, sea cual sea el lugar al que vayamos; a tomar
conciencia y ser responsables con los simulacros de sismo o de cualquier otro
desastre; a no andar dando falsas alarmas; la prevención no sólo es una labor del Estado, la prevención es una labor colectiva.