-Hno., hoy
quiero abrazar a todos, y quiero abrazarte, gracias por esta nueva experiencia,
espero que tu retorno sea bueno; y te deseo la bendición de la Pachamama y de la Naturaleza-
Esa fue la
bendición más linda que he recibido en estos mis 30 años de vida, no fue un
simple “bendiciones” como te lo dice alguien por ahí en el apuro; fue una BENDICIÓN sentida y con el corazón, fue
una bendición profunda y sincera, una de esas bendiciones especiales, que
vienen cargadas de toda una mística por detrás. Ahora sé que la “Pachamama”, la
Madre Tierra y la naturaleza, me acompañaran en mi andar diario.
Creo, que esa
es la mejor forma en la que puedo resumir mi reciente experiencia formativa,
que por segundo año consecutivo estoy llevando, en la Escuela de Líderes Hugo
Echegaray del Instituto Bartolomé de las Casas. Éste es un proceso que inicié
en el 2018 y del cual les había contado, en uno de mis artículos del mes de
febrero de ese mismo año. Volver, fue más que interesante y desafiante, el
reencuentro con tus “compañeros(as) de clase”, que más que compañeros(as) se
vuelven en tus hermanos(as), que no sólo vienen con la intención de formarse,
sino que adicional a ello, traen consigo una mochila llena de experiencias a
compartir, en el campo del liderazgo comunal, así como una serie de
“dificultades” que ese liderazgo trae consigo.
Por segundo
año consecutivo, he podido ver y palpar de cerca toda esa rica
pluriculturalidad de la cual nuestro país es dueño, he disfrutado las
diferentes cosmovisiones sobre la vida y la naturaleza. He conocido de cerca
sus luchas, su indignación por la minería irresponsable, sus tristezas por la
pobreza, su enojo por contar con autoridades corruptas y más; pero, al mismo
tiempo he sido testigo de esas ganas por derrocar el patriarcado, esos deseos
por la reivindicación de los pueblos originarios, ese respeto y compromiso por
el cuidado y la preservación de la casa común, y su alerta activa para levantar
su voz, frente a las injusticias y actos opresivos contra nuestros pueblos.
Facundo
Cabral nos decía, “…caminante no hay
camino, se hace camino al andar…”;
vea usted el gran desafío que se nos ha dejado, un desafío que nos llama a ser coherentes entre lo que decimos y
hacemos, un desafío que busca promover una educación
liberadora; y para quienes promovemos el amor de Dios, un desafío que nos
compromete a promover y predicar un evangelio, que más que evangelio, se
convierta en una práctica constante
de Jesús, ahora pues, ¿qué camino
estamos haciendo?