Bienvenidas y
bienvenidos a una nueva columna, la verdad es que no encuentro las palabras
adecuadas para poder iniciar este espacio puesto que el tema que pretendo
tratar es sumamente complicado; sí, es tan complicado que el poder plasmarlo en
el computador o en el papel se me hace difícil.
Durante esta
semana, nos hemos dado con la ingrata noticia de que dos menores de edad:
secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a otro menor de edad, el
móvil del crimen, robar su motocar. Luego de haber encontrado el cuerpo del
fallecido, a orillas del puerto Metoyacu, nos enteramos que la noche anterior,
otro menor de edad había acuchillado a otro, por el sólo hecho de querer
quitarle su celular.
Frente a
situaciones como estás salieron un sinnúmero de cuestionamientos, la principal
interrogante fue preguntarnos ¿dónde estaban los padres de estos asesinos? ¿qué
clase de educación le dieron? ¿cómo es posible que hayan cometido semejante
barbaridad?... y cosas similares; es cierto que nos fastidia, nos indigna y nos
molesta en sobremanera tener un panorama tan atroz como éste, personalmente no
recuerdo haber escuchado un caso similar antes.
Es cierto que
una gran responsabilidad recae sobre los padres de estos dos sujetos, quienes
quizás no tuvieron las “herramientas necesarias” para poder educarlos por el
“camino del bien”; o quizás sí lo hicieron pero, ellos no supieron recoger esas
recomendaciones y decidieron “desviarse” en el camino. Pero, también es cierto
que, en gran o menor medida, nuestra sociedad también es responsable de las
nuevas generaciones que vamos formando, somos responsables de los mensajes que
les damos a través de la televisión, las revistas y el diario vivir.
Preguntarnos
¿qué clase de educación le dieron sus padres? Está bien, pero, también debemos
de preguntarnos ¿cuáles son nuestros aportes, para la formación de nuevas
sociedades?
Simplemente
KAJOVEPI
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