sábado, 24 de julio de 2021

covIDIOTAS



Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), un covidiota es “aquella persona que se niega a cumplir con las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la COVID-19, exponiendo así, al resto de personas”. Este término, que nació en Estados Unidos allá por marzo de 2020, poco a poco ha ido usándose con más fuerza para hacer referencia a los/las insensatos/as.

Seguramente, más de uno de ustedes recordará el suceso del 22 de agosto de 2020, en donde 13 personas, la mayoría mujeres, murieron asfixiadas en medio de una estampida; estampida que se produjo a raíz de una mala intervención policial en la discoteca “Thomas Restobar”, esto a raíz del reporte de varias llamadas por parte de los vecinos que indicaban que en dicho lugar había una fiesta, que estaba prohibida, y que, además, perturbaba su tranquilidad.

De las 13 personas fallecidas, 11 habían dado positivo a las pruebas COVID-19; así mismo, de las 23 personas arrestadas, 15 tuvieron el mismo resultado, esto, sin contar a las más de 80 personas que lograron escapar en medio de tanto alboroto.

Este lamentable hecho, lejos de llamarnos a la reflexión y por ende a los cambios de actitud respecto del cumplimiento de las normas de bioseguridad, simplemente a quedado y quedará como “un recuerdo amargo” del tiempo de pandemia pues, desde aquel día hasta la fecha se han seguido reportando una serie de celebraciones y fiestas entre privadas y públicas. Nadie, absolutamente nadie, respeta a cabalidad las normas exigidas.

Desde simples ciudadanos de a pie, que lo único que quieren es “mantener vivas su cultura” y por ende organizan fiestas populares, hasta autoridades que, aprovechándose de la investidura de su cargo, solapan, participan y promueven concurridas reuniones; pasando por grupos de organizadores de “fiestas COVID”; o de dueños de hoteles y restaurantes que han convertido sus hall o salones de comida en amplias salas de bailes; y ello sin olvidar a grupos familiares que optan por “pequeñas celebraciones” de regocijo; esto, sin olvidar a las iglesias (de toda denominación) que, confiados en su pase al cielo, olvidan usar la mascarilla durante los cultos.

Al parecer ni las multas, ni las condiciones de los hospitales, ni las listas de fallecidos (algunos de ellos quizás sus familiares) ni las variantes, ni nada, va a impedir este tipo de actitudes. Ya de por sí, el ser humano es un ser social, ello es una característica nata, lo cual no es problema; el problema radica en que, al parecer, no aceptamos esta “nueva normalidad”; pues todo parece indicar que existe una gran necesidad por volver a esa “normalidad” de la que gozábamos antes de que el bicho ese inicie su gira mundial indeterminada.

Es necesario que empecemos a pensar, aunque ya debimos haberlo pensado antes, en nuevos escenarios, en nuevas formas de celebrar, de reunirnos, de visitarnos; convencernos, de una vez por todas, que la mascarilla, pese a estar vacunados(as), seguirá siendo parte de nuestro outfit, seguiremos con el protector facial y con el distanciamiento social. Nuestra característica asociativa no puede suprimirse, es cierto, pero, no por ello vamos a exponer a los demás. Por el contrario, debemos seguir respetando esas medidas de bioseguridad, y evitar ser un covIDIOTA más.

Simplemente KAJOVEPI

viernes, 2 de julio de 2021

¿Cuál verdad?

 


Recuerdo que cuando estaba en quinto de secundaria, en el curso de comunicaciones, no habían dado como tarea armar una serie de exposiciones sobre temas diversos, todos estos relacionados a medios de comunicación. A uno de los grupos se le asignó que su exposición sea sobre “la noticia”, como tema.

El grupo hizo una exposición prolija, no me voy a quejar, hablaron sobre el concepto, qué significa, cómo es que esta se difunde y cosas por el estilo; hasta ahí, todo bien. Sin embargo, en la rueda de preguntas, posterior a la exposición, plantee una pregunta que hoy, 16 años más tarde, me la vuelvo a plantear “¿quién determina o cómo es que se determina que un determinado hecho, suceso, situación, etc., sea considerado relevante para que adquiera la categorización de noticia? ¿de quién depende?”

El grupo solo me decía que “la noticia se da” y que se “comunica cualquier situación relevante”, y en parte esta respuesta es cierto, pero, mi interrogante no iba por ese lado; entonces insistí y puse el siguiente ejemplo: “imaginemos que hoy, el dueño de un medio de comunicación “x” (radio, televisión, prensa), al momento de despertarse se cayó de la cama y ese incidente le provocó moretones en el cuerpo, ese, les decía, es un hecho o suceso del día; si tomamos el concepto ligero de que cualquier suceso del día puede convertirse en noticia, entonces el dueño de este medio podría exigir a sus relatores o periodistas armen toda una nota informativa sobre ¿cómo es que se cayó de la cama? y ¿cómo va su proceso de recuperación?; y ustedes me podrán decir: -pero este no es un hecho relevante-, y yo les respondería: -quizás para nosotros no, pero, bajo sus criterios puede que sí y como adicional a ello, es dueño de un medio de comunicación, puede informar lo que a él le venga en gana-…”.

Cerrado el ejemplo mi pregunta seguía vigente y se mantiene vigente hasta ahora, no porque no me hayan dado una respuesta en ese momento, sino porque es necesario que tengamos bien claro, al menos esa es mi definición, que: “es la coyuntura, es decir el contexto sobre el cual se están desarrollando los hechos los que determinan el nivel de relevancia del mismo [el hecho]; a esto, claramente, se puede sumar: el criterio de cada periodista, la postura del medio de comunicación, la neutralidad, el tipo de información (política, deportiva, social, farándula, policial, cotidiano…), la fuente sobre la cual proviene dicha información y otros factores”.

Durante los últimos días, se ha hablado mucho sobre la postura que los medios de comunicación han tomado en este proceso electoral y en particular en la segunda vuelta; se ha criticado hasta el cansancio como es que algunos medios, lejos de ser imparciales, como corresponde, se han inclinado hacia un partido en particular; y, aparentemente, han vendido su credibilidad a intereses económicos; tirando a la borda el prestigio de sus medios, sus programas y sobre todo su equipo humano.

Lo curioso es que este hecho no sólo se ha evidenciado en los medios nacionales, sino que también se ha evidenciado a nivel local, haciendo la salvedad que, en lo local, no tanto han sido los medios los que se han hipotecado, sino algunos periodistas y comunicadores sociales; puede que la hipoteca de ellos, en comparación con los medios nacionales, no esté ligado a beneficios monetarios, sino que responde más a criterios personales y a su conciencia.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que, durante la semana pasada, luego de que el señor Fernando Olivera haga público unos audios en las que se escucha al señor Vladimiro Montesinos coordinar posibles sobornos para voltear los resultados electorales, a favor de la candidata Keiko Fujimori, y luego de que los hechos ocurridos a nivel del Jurando Nacional de Elecciones coincidan con lo que allí se dice; ningún medio de comunicación nacional, salvo algunos programas así como programas independientes, haya hecho eco al respecto, sino que por el contrario se insista en la idea del fraude?.

¿Qué tanta libertad están teniendo los y las periodistas para hacer bien su trabajo de informar con la verdad de manera clara y oportuna? Creo que quién ha sido el mejor ejemplo del nivel de incomodidad sobre el actual contexto informativo ha sido la periodista Mávila Huertas y sus diversos rostros de desconcierto y descontento; y no es para menos, ninguno de nosotros podría sentirse tranquilo, sabiendo que lo que se está diciendo en televisión es falso y sólo se hace por un interés en particular.

Se está manipulando la información de una manera tan descarada que, ese séquito de noticias falsas nos está generando inestabilidad social y, como lo dije en otra columna, ello trae consigo inestabilidad política y económica, afectando así a la sociedad, pero, en particular, a las poblaciones más vulnerables. 

Hace poco, en un conversatorio “privado”, se nos decía que los dueños de los medios, al saber del nivel de influencia que los mismos tienen sobre la población, lejos de optar por brindan información certera han optado por mercantilizar (negociar) sus líneas editoriales (la información) a favor del mejor postor, por eso que de pronto, noticias que deberían ser relevantes no lo son.  

Es muy probable que este circo informativo continúe, pero, dependerá de ustedes si logran que la función acabe ya y para ello, es necesario recurrir a fuentes informativas alternas, que existen muchas, pero, también es necesario que nosotros mismos tengamos criterio al momento de elegir y difundir determinada información.

Simplemente KAJOVEPI