jueves, 20 de diciembre de 2018

¡Que siga la fiesta!


Querida audiencia, ya casi se nos acaba el año y, pues se viene un shuntal de fiestas; hoy en día, cualquier “culminación” se debe festejar; que sus tres meses en la cuna, que su inicial, que su primaria, que su secundaria, que el instituto, que la universidad, que el fin de curso de cocina, de chocolatería, de corte y confección, de estética unisex, que el final con su pareja…, cualquier motivo es bueno para festejar. Este post, hablará de ello, de fiestas y, quiero advertirles que, si por a o b motivos, usted considera que el seguir leyendo la presente columna, puede significar que va a recibir una invitación a un tono o algo así; quizás, el hablar de fiestas, que son actos “culturales”, puede ofender su doctrina; entonces lo invito a dejar la lectura y, seguir con las noticias. Le advierto, que si sigue con su lectura, es bajo su responsabilidad, ojo, no lo estoy influenciando ni manipulando.

Hace algunos años estábamos en todos los preparativos para celebrar los dos años de mi hija, ya contábamos con el local, los bocaditos, el vestido, ya se habían repartido las invitaciones; es decir, ya casi todo estaba listo pero, nos faltaba alguien que “anime” la fiesta y, encontrarla era súper urgente pues de lo contrario, era mi persona quien amenazaba hacerlo, en definitiva, ello no podía ser la mejor de las decisiones, ni para los/las invitados/as ni para mí. Para la felicidad de todas las partes, la encontramos, como caída del cielo; coincidimos en que para la fecha pactada, no tenía otro contrato y pues sí, nos podía atender.

Las condiciones nuestras no eran “tan exigentes”, de hecho, lo único que buscábamos era que, por un espacio de hora y media pueda divertir a los/las invitados/as de mi hija, la cosa era simple, unas cuantas coreografías, un par de juegos, música para baile y, listo; todo estaba bien hasta que pusimos como condición que “las canciones a escuchar durante el show, incluida las coreografías, deberían ser netamente infantiles”. Hubiesen querido ver la cara de la animadora, no podía salir de su asombro; pero, inmediatamente reaccionó y nos dijo:

-no se preocupe señores, sé entender y respeto la “religión” de algunos que no quieren otro tipo de músicas en sus fiestas…
La mire y le dije: -no se trata de religión, de hecho, de ser así ni siquiera le haríamos fiesta a mi hija; se trata del contenido de las canciones, son niños de apenas 3 años y pues, no voy a permitir que estén bailando el “Candy, Candy” en la fiesta-

Luego de poner esa “condición”, se nos vino una gran tarea: ayudar a buscar esas canciones de corte infantil que tanto exigíamos; fue una larga y complicada semana, por un lado tenía a mi hija ensayando una de las canciones de “Frozzen” para su presentación y, por el otro lado estábamos nosotros, recurriendo al YouTube y tratando de encontrar la mayor cantidad posible de canciones infantiles. Al final de la historia, todo nos salió bien; la animadora y sus dalinas hicieron un excelente trabajo, mi hija hizo su presentación especial, los/las invitados/as disfrutaron de toda la fiesta, no se escuchó ni media pieza de un “perreo chacalonero” y yo, me salvé de animar el show.

En las últimas semanas he visto con un “buen ojo” una pequeña campaña que algunos de mis amigos, amigas, animadores de fiestas infantiles y otros han estado haciendo viral; se trata de la foto en donde un payaso o animador infantil tiene un cartel que dice algo como “que en las fiestas infantiles, no se escuche reggaetón”; el anuncio, tal cual se presenta, busca sensibilizar a los padres, madres, payasos, animadores infantiles y demás a que, entendamos de una vez por todas, de que las fiestas infantiles son eso, INFANTILES; que no es posible que en la celebración del primer año de tu wawa, sus invitados/as, de edades similares, estén bailando canciones cuyas letras no dicen nada, salvo <<…dale más duro mami, dale más duro…>> o <<…te espero en la cama y sin pijama, sin pijama…>> o <<…si no me acuerdo, no pasó, eso no pasó…>> (vaya nivel de creatividad)

No se trata de decir “lo que importa es el ritmo y no la letra” o “no te enojes, total son niños y no entienden la letra” (créeme que si maneja el celular mejor que tú, de hecho que al escuchar la letra de esas canciones, las va a captar más rápido que tú), tampoco se trata de decir “esto es una fiesta”.

No podemos, bajo la premisa de “es una fiesta” seguir permitiendo que nuestros/as hijos/as sigan escuchando cada porquería. Toda esta ola reggatonera de los últimos tiempos, ha traído consigo canciones ridículas y sin sentido que, curiosamente son pegajosas; canciones que lejos de enamorarnos incitan más a actos contra el pudor, violaciones, reacciones machistas y cosas por el estilo; alguien me puede explicar ¿en qué estaba pensando la autora del <<…mi cama suena y suena pan, pan…>> cuando escribió ello? o, alguien le puede decir al tal Ozuna que no nos importa nada si es “feliz con cuatro” o con cinco o con dos, total, esa es su vida; y ¿Quién le dijo a Maluma, que sus “4 babys”, puede llamarse canción?

Creo que es tiempo de darnos cuenta que en definitiva, la música de nuestros tiempos, no es la misma a la que ahora se escucha; como que tampoco será lo mismo en comparación con lo que escucharemos en unos 20 años más adelante; sin embargo, considero que cada tipo o ritmo tiene su propio espacio. De manera que, la próxima vez que vaya a una fiesta infantil, antes de pedir “mueve el toto”, mejor disfrute bailando <<…la vaca lola, tienen cabeza y no tiene cola…>> eso sí que es un gran tema.

Simplemente KAJOVEPI

2 comentarios:

  1. Buen artículo amigo. Comparto lo dicho en aquellas lineas.

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  2. Buen artículo amigo. Comparto lo dicho en aquellas lineas.

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