Querida
audiencia, ya casi se nos acaba el año y, pues se viene un shuntal de fiestas;
hoy en día, cualquier “culminación” se debe festejar; que sus tres meses en la
cuna, que su inicial, que su primaria, que su secundaria, que el instituto, que
la universidad, que el fin de curso de cocina, de chocolatería, de corte y
confección, de estética unisex, que el final con su pareja…, cualquier motivo
es bueno para festejar. Este post, hablará de ello, de fiestas y, quiero advertirles que, si por a o b motivos, usted
considera que el seguir leyendo la presente columna, puede significar que va a
recibir una invitación a un tono o algo así; quizás, el hablar de fiestas, que
son actos “culturales”, puede ofender su doctrina; entonces lo invito a dejar
la lectura y, seguir con las noticias. Le advierto, que si sigue con su
lectura, es bajo su responsabilidad, ojo, no lo estoy influenciando ni
manipulando.
Hace algunos
años estábamos en todos los preparativos para celebrar los dos años de mi hija,
ya contábamos con el local, los bocaditos, el vestido, ya se habían repartido
las invitaciones; es decir, ya casi todo estaba listo pero, nos faltaba alguien
que “anime” la fiesta y, encontrarla era súper urgente pues de lo contrario,
era mi persona quien amenazaba hacerlo, en definitiva, ello no podía ser la
mejor de las decisiones, ni para los/las invitados/as ni para mí. Para la
felicidad de todas las partes, la encontramos, como caída del cielo;
coincidimos en que para la fecha pactada, no tenía otro contrato y pues sí, nos
podía atender.
Las
condiciones nuestras no eran “tan exigentes”, de hecho, lo único que buscábamos
era que, por un espacio de hora y media pueda divertir a los/las invitados/as
de mi hija, la cosa era simple, unas cuantas coreografías, un par de juegos,
música para baile y, listo; todo estaba bien hasta que pusimos como condición
que “las canciones a escuchar durante el show,
incluida las coreografías, deberían ser netamente infantiles”. Hubiesen
querido ver la cara de la animadora, no podía salir de su asombro; pero,
inmediatamente reaccionó y nos dijo:
-no se
preocupe señores, sé entender y respeto la “religión” de algunos que no quieren
otro tipo de músicas en sus fiestas…
La mire y le
dije: -no se trata de religión, de hecho, de ser así ni siquiera le haríamos
fiesta a mi hija; se trata del contenido de las canciones, son niños de apenas
3 años y pues, no voy a permitir que estén bailando el “Candy, Candy” en la
fiesta-
Luego de
poner esa “condición”, se nos vino una gran tarea: ayudar a buscar esas
canciones de corte infantil que tanto exigíamos; fue una larga y complicada
semana, por un lado tenía a mi hija ensayando una de las canciones de “Frozzen”
para su presentación y, por el otro lado estábamos nosotros, recurriendo al YouTube
y tratando de encontrar la mayor cantidad posible de canciones infantiles. Al
final de la historia, todo nos salió bien; la animadora y sus dalinas hicieron
un excelente trabajo, mi hija hizo su presentación especial, los/las
invitados/as disfrutaron de toda la fiesta, no se escuchó ni media pieza de un
“perreo chacalonero” y yo, me salvé de animar el show.
En las
últimas semanas he visto con un “buen ojo” una pequeña campaña que algunos de
mis amigos, amigas, animadores de fiestas infantiles y otros han estado
haciendo viral; se trata de la foto en donde un payaso o animador infantil
tiene un cartel que dice algo como “que en las fiestas infantiles, no se
escuche reggaetón”; el anuncio, tal cual se presenta, busca sensibilizar a los
padres, madres, payasos, animadores infantiles y demás a que, entendamos de una
vez por todas, de que las fiestas infantiles son eso, INFANTILES; que no es posible
que en la celebración del primer año de tu wawa, sus invitados/as, de edades
similares, estén bailando canciones cuyas letras no dicen nada, salvo
<<…dale más duro mami, dale más duro…>> o <<…te espero en la
cama y sin pijama, sin pijama…>> o <<…si no me acuerdo, no pasó,
eso no pasó…>> (vaya nivel de creatividad)
No se trata
de decir “lo que importa es el ritmo y no la letra” o “no te enojes, total son
niños y no entienden la letra” (créeme que si maneja el celular mejor que tú,
de hecho que al escuchar la letra de esas canciones, las va a captar más rápido
que tú), tampoco se trata de decir “esto es una fiesta”.
No podemos,
bajo la premisa de “es una fiesta” seguir permitiendo que nuestros/as hijos/as
sigan escuchando cada porquería. Toda esta ola reggatonera de los últimos
tiempos, ha traído consigo canciones ridículas y sin sentido que, curiosamente
son pegajosas; canciones que lejos de enamorarnos incitan más a actos contra el
pudor, violaciones, reacciones machistas y cosas por el estilo; alguien me
puede explicar ¿en qué estaba pensando la autora del <<…mi cama suena y
suena pan, pan…>> cuando escribió ello? o, alguien le puede decir al tal
Ozuna que no nos importa nada si es “feliz con cuatro” o con cinco o con dos,
total, esa es su vida; y ¿Quién le dijo a Maluma, que sus “4 babys”, puede
llamarse canción?
Creo que es
tiempo de darnos cuenta que en definitiva, la música de nuestros tiempos, no es
la misma a la que ahora se escucha; como que tampoco será lo mismo en
comparación con lo que escucharemos en unos 20 años más adelante; sin embargo,
considero que cada tipo o ritmo tiene su propio espacio. De manera que, la
próxima vez que vaya a una fiesta infantil, antes de pedir “mueve el toto”,
mejor disfrute bailando <<…la vaca lola, tienen cabeza y no tiene
cola…>> eso sí que es un gran tema.
Simplemente
KAJOVEPI
Buen artículo amigo. Comparto lo dicho en aquellas lineas.
ResponderEliminarBuen artículo amigo. Comparto lo dicho en aquellas lineas.
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