Hay quienes aún creen que es un juego.
Durante esta semana, el presidente de la república,
Francisco Sagasti, interrumpió nuestras novelas nocturnas, para darnos un nuevo
mensaje a la nación; aquello que se estaba evitando por todos los medios y a
toda costa, llegó a convertirse en realidad.
El discurso, inició indicando que existían 09
regiones (incluidas Lima y el Callao) que ahora se encontraban en un nivel
extremo y, por lo tanto, era necesario que, como medidas de bioseguridad,
vayan a una nueva cuarentena de 15 días; ya sabemos que lo de los 15 días es un
paliativo y que según como van avanzando las cosas, podrían extenderse a meses.
También se dijo, que ya no existen regiones con un nivel
moderado; en lo personal, creo que nunca existió regiones en niveles
moderados, San Martín, es una prueba de ello; como lo decía en una columna
anterior, al día siguiente de declararnos moderados, el hospital MINSA del
Moyobamba, ya había colapsado.
Entonces, por un lado, tenemos regiones que van a
cuarentena y, por el otro, tenemos regiones que tienen medidas restrictivas un
poco más estrictas, aunque, sospecho, que, en unos 15 días, o quizás menos,
nuevas regiones irán a cuarentena, sino todo el país.
Ahora bien, en cierta medida, este nuevo contexto,
vale decir la intensificación de la segunda ola, tiene como responsables, tanto
al Estado, así como a la ciudadanía. El Estado, por haber flexibilizado la
ampliación de las fases 3 y 4, sin ningún tipo de cuidado alguno.
De pronto, el aforo en los centros comerciales se
incrementó, así como permisibilidad para el ingreso de menores de edad; qué
decir de los restaurantes y de los otros espacios cerrados, que, de un momento
a otro, tenían sus locales a tope; todo ello bajo el pretexto de la necesidad
de reactivar la economía.
En el caso de la ciudadanía, no todos por su puesto,
empezaron los viajes de fin de año y los vacacionales, en especial al norte del
país; las fiestas de fin e inicio de año fueron otros de los espacios en donde
los contagios se incrementaron; empezamos con las reuniones con los amigos y
las salidas sin necesidad; y nosotros mismos, de alguna u otra forma, empezamos
a flexibilizar y a minimizar las medidas de bioseguridad, pues creímos que,
como dice la canción “…se acabó la cuarentena, la calle está llena…”
Bueno, como ya lo dije al inicio, se han
implementado nuevas medidas restrictivas, y, una vez más, el desorden, así como
nuestro egocentrismo, volvió a hacerse presente. Tenemos, por un lado, a
familias enteras que siguen desesperadas pues, aún no se reponen de la primera
cuarentena, y ahora, vuelven a un segundo encierro; las ollas están vacías y el
apoyo, por parte del Estado, no llega a tiempo o simplemente, no llega a quien
debería.
Por el otro lado, tenemos a las familias acomodadas
o las que tienen un poquito más, y entonces, al día siguiente del anuncio
presidencial, empezaron las largas colas en las afueras de los supermercados,
así como las compras desesperadas en los centros comerciales; y entonces vimos
a gente que se acabó el papel higiénico, y que empezaron a comprar provisiones
en grandes cantidades; en resumidas cuentas, aquello que se quería evitar, es
decir, las aglomeraciones, simplemente, fue un saludo a la bandera.
Se dice que nos avisaron lo del encierro con varios
días de anticipación para que la gente que no es propia de ese lugar pueda
retornar a sus lugares de origen; ello, por supuesto, a significado incremento
en los pasajes, así como aglomeraciones en los terminales terrestres; esto, sin
contar que probablemente, mucha gente esté viajando con el virus encima y
entonces, el ciclo se repite, los contagios aumentan, los hospitales colapsan y
la economía vuelve a decaer.
Hay algo curioso aquí, se ha restringido los viajes
interprovinciales desde, entre y hacia las regiones que están en alto riesgo,
pero, la restricción es sólo para ómnibus, los aviones, pueden seguir
despegando y aterrizando de Lima, así como de las otras ciudades pese a que
están en zonas de alto riesgo, salvo Jauja y Huánuco. Claro, la justificación
es, que supuestamente, se debe presentar pruebas PCR con resultado negativo y
con una valides de hasta 72 horas antes del vuelo, ¿Quién va a verificar ello?
¿Quién nos asegura que esas pruebas son reales y no adulteradas? ¿Quién hace
las pruebas?; en el caso de Star Perú, por ejemplo, ha publicado en sus redes
sociales, que ofrece cualquiera de las dos pruebas por los módicos costos de
entre 100 y 200 soles; vaya negocio.
El oxigeno nuevamente ha empezado a faltar, y tenemos
a instituciones y municipios que lo están entregando gratis, bien por ellos,
pero, también tenemos a revendedores o estafadores, que se han organizado en
mafias y que lucran con tan algo tan elemental, que incluso se han atrevido a
amenazar a los dueños de las plantas privadas. Esto, sin contar con la falta de
control en el reparto de la ivermectina, a veces promocionados por las mismas
municipalidades y algunos centros de salud; un medicamento que ya ha dicho
hasta el cansancio no es preventivo ni mucho hace efecto, sobre quienes tienen
COVID.
En fin, hay mucho pan por rebanar frente a este
nuevo contexto y necesitamos de gente responsable, que se aman a ellos mismo y
aman a su familia y que por la tanto, no los podrán frente a situaciones de
riesgo y que respetarán las normas. ¿Qué papel asumirás tú, responsable o
irresponsable?
Simplemente KAJOVEPI
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