Pese a estar en medio de una crisis sanitaria, producto de una pandemia que no tiene fecha de caducidad y que, por el contrario, cada día se agrava más; pese a que las medidas sanitarias para contrarrestar la propagación del virus, durante las fiestas de fin de año, se han endurecido; sin embargo, no sirvieron de mucho, pues, desde mi punto de vista, han sido mal diseñadas.
Pese a todo ello, la celebración de Año Nuevo, al
menos la del cierre del 2020, fue una de las más escandalosas que he podido
apreciar. Ensordecedoras bombardas cada dos casas, cuetecillos y cohetones por
doquier, música a todo volumen por uno y otro lado, gente por las calles (pese
al toque de queda), grandes cenas de apertura del 2021.
No solo se celebró el cierre de un año tan jodido,
sino que también celebramos el inicio de una nueva era. Un año con la esperanza
de tener las vacunas a la mano, de las cuales se espera sean las adecuadas y
efectivas; cuyas compras no estén plagadas de actos corruptivos, en donde el
dinero termine en bolsillos de terceros; y que su distribución y aplicación,
sea, pensando en la ciudadanía y no en el empresariado.
Año en que esperamos, no volvamos a ser encerrados,
pero, ello depende de nosotros y de lo estricto que seamos con el cumplimiento
de las normas establecidas; una nueva variante ya ha llegado a nuestro país, y
entonces, tenemos que ser conscientes de ello.
El Estado, ha decidido llamar este año, como “Año del Bicentenario: 200
Años de Independencia”, pero ¿Qué tan independiente somos?; no podemos olvidar
que el cierre del 2020 trajo víctimas mortales en el norte del país, en medio
de un Paro Agrario, organizado por trabajadores agrícolas como respuesta de
hastía e indignación por los años y años de explotación a los cuales, ellos,
ellas, sus padres y madres y, probablemente sus abuelos y abuelas, han sido
sometidos (con el respaldo de leyes hechas para la empresa). Muertes que se
suman a las del 14N, y a las otras tantas que se han producido en medio de
tanto conflicto social.
Pero este también es un año electoral, y entonces, como suele pasar,
tendremos a varios lobos vestidos de ovejas visitando nuestras casas o
espacios, de hecho, ya lo están haciendo; se van a cambiar de camiseta cuantas
veces sean necesarias; y nos van a prometer mejoras en nuestra sociedad,
diciéndonos que ellos sí nos van a escuchar y van a velar por nuestros
intereses.
Dicen que más vale tarde que nunca, por ello, desde aquí, desde esta
pequeña columna; auguro que sea un buen año; y que cada paso que demos, sea
para lograr nuestros objetivos; que cada lágrima que podamos derramar, sea para
renovar nuestras fuerzas; que el desarrollo sea individual, pero también
colectivo.
Simplemente KAJOVEPI
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