Sin querer queriendo llegó el
mes de diciembre, y con él, uno de los meses más hipócritas del
año (perdonen, sí, a veces soy medio “Grinch”). Pero es que como decía una
amiga, esto del Feliz Navidad, lamentablemente no es para todos; hay
quienes sí lo podrán celebrar y ahí quienes no; hay quienes sí podrán llevarle
un regalo, un panetón, una taza de chocolate y una “modesta” cena a sus hijos,
hijas y demás familiares, y hay quienes los mandaran a dormir temprano, a fin
de que no se mueran de envidia, por la vanidad de los vecinos; hay quienes se
lucirán con sus prendas de moda y, hay quienes seguirán con el mismo atuendo de
hace más de diez años; habrá gente que viajará para visitar a su familia o que
vendrá de otros lugares para tan memorable fecha y, hay quienes la pasaran en
medio de una cruel soledad quizás porque ya no tienen familias, o porque quizás
teniéndolas, han sido condenados al
desprecio y al olvido.
Y sí, la Iglesia, esa Iglesia
que durante todo el año criticó las “fiestas paganas” y que te condenó por
haber ido, participado o promocionado una de ellas, esa misma Iglesia será la
primera en celebrar la navidad, bajo el pretexto de celebrar el
nacimiento del Mesías, olvidándose que, en realidad, esta celebración es
también otra fiesta pagana, contribuye al consumismo y es, de todas, la más
cruel y vanidosa del año.
Mira si esta fiesta no saca a
relucir nuestra hipocresía, ¿no lo crees?, somos hipócritas cuando a
medianoche del 24 de diciembre, empezamos a abrazar a diestra y siniestra,
dándoles buenos deseos y demás, aún siendo consciente de que esa persona a
quien abrazas, es la misma de quien has levantado calumnias durante todo el año
(en términos más locales, les has rajado duro).
Somos hipócritas cuando nos llenamos de deudas y
deudas, gracias al dinero plástico que nos facilitan las tarjetas de crédito,
todo con tal de aparentar que tenemos dinero, todo con tal de mantener nuestro
status quo. Y lo somos cuando damos rienda suelta a la gula y
glotonería, comiendo en demasía, mientras que a nuestro alrededor hay un
indigente o un vecino que, durante el día, apenas y tomó un vaso de agua; pero
es más hipócrita, el hecho de que a veces cocinamos para todo un
batallón, cuando solo somos cuatro y al final, tiramos la comida que nos sobra.
Y lo somos al cantar ese trillado villancico <<…ven a mi casa
esta navidad…>> cuando durante todo el año hemos descargado toda
nuestra furia en contra de los migrantes venezolanos. Y lo somos cuando,
por estas ansias ególatras de “celebrar” reventamos cuetones, avellanas, mamá
rata (uno más estruendoso que el otro), generando malestar en el vecindario,
ansiedad en nuestras mascotas y desesperación y trauma en las personas con
autismo. Y lo somos cuando organizamos chocolatadas y shows infantiles,
todo con el fin de posicionar nuestro nombre, entidad o empresa, todo con tal
de que la gente diga que somos buenos y más aún cuándo estamos en época de
campaña política, como ahora, en dónde aprovechamos el contexto y la situación,
para crear un ligero asistencialismo entre quienes asisten a estos eventos,
pisoteando así su dignidad.
Mi intención, no es que usted deje
de celebrar la navidad, de hecho mi familia y yo lo hacemos; mi intención
es que tomemos un poco de conciencia al hacerlo; que si sus ingresos no le
permiten tener lujos, no los tenga y disfrute lo poco que tiene; que si puede
invitar a un extraño a casa, hágalo, y si por diversas razones no lo puede
hacer, pero, quiere compartir con ellos y ellas, entonces vaya y visítelos,
ubíquelos en dónde están y lléveles aquello que quiere compartir; que evite el
uso de la pirotecnia y vea otras formas de celebrar; que sea el momento preciso
para acercarse a su familia o amigos y limar esas asperezas; que sea aquello
que decimos, una feliz navidad, o mejor, una feliz y consciente Navidad.
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