El pasado 10
de setiembre del 2018, es una fecha nada memorable para la hinchada aliancista;
fecha en la que aproximadamente unos 1500 miembros de la “Iglesia Evangélica El Aposento Alto” tomaron
por asalto (en horas de la madrugada) parte de las instalaciones del estadio del
Club Deportivo Alianza Lima; cabe indicar que los invasores no fueron a la
deriva ni desarmados, no, se fueron con todo, llevaron escaleras para subir los
paredones e ingresar al local, llevaron pintura blanca para tapar los emblemas
del club, llevaron láminas de aluminio y soldadura para tapar todas las
entradas, encadenaron cada puerta y, como ésta labor era una labor ardua y
cansada, al llegar la mañana les llevaron un rico desayuno para calentar y
alentar el alma de los feligreses[i].
¿Qué fue lo
que pasó? ¿Por qué de pronto los miembros de una iglesia en particular,
pusieron sus ojos en un predio particular? Según versiones extraoficiales,
afirman que el “pastor” Alberto Santana, dueño de la iglesia, tuvo un sueño en
el que Dios le decía que el estadio de Alianza Lima sería de ellos y, nada ni
nadie puede ir contra ese designio; éste mismo pastor ya había tenido otra
visión en la que Dios le indicaba que para el 2021 él sería el próximo
Presidente del Perú (Dios nos libre de todo mal). Sobre el particular, varias
cosas llamaron la atención, como el hecho de tener a tanta gente tan bien
organizada; tener toda la logística necesaria para cada paso (todo estaba
planeado); afirmar, días después, de que si el club tiene deudas la iglesia la
podía pagar en efectivo (45 millones de dólares al cash ¿Ladronde ya?) y, poner
a Dios en medio de tanta cosa.
No es la
primera vez que una “iglesia evangélica” saca a relucir todos los fondos con
los que cuenta; no es la primera vez que, gracias a noticias como ésta, caemos
en cuenta los miles de soles que se manejan dentro de ella, producto de las
ofrendas y de los diezmos; así como que no es la primera vez en que las
iglesias cuestionadas y, las que son del mismo grupo (en este caso evangélicas)
no se pronuncian en relación a ello (los diezmos y ofrendas), no hablan sobre
cómo se usa o cómo se obtiene o para qué es que se pide. El año pasado, nos
enteramos que la iglesia Agua Viva, pagó 6 millones de dólares por el viejo
coliseo Amauta; que el Pr. Rodolfo Gonzales recauda cerca de 7 millones de
soles al año; que al pastor Vicente Díaz (vinculado a la red Orellana) se le
incautaron 13 inmuebles valorizados por cerca de 42 millones de soles (casas
llenas de lujo)[ii].
En los
últimos meses, hemos visto un sinnúmero de casos de pastores, iglesias o grupo
de hermanos que, utilizando nombres celestiales han hecho dinero a causa de los
mismos; hemos visto casos de iglesias que, manejan una buena cantidad de
fondos, y que son capaces de construir grandes edificios, pagar buenos sueldos
a sus pastores, realizar grandiosos conciertos y cosas similares; tendríamos
que preguntarnos, ¿Para eso son los diezmos y ofrendas? ¿Es obligatorio diezmar
y ofrendar? ¿Qué implicancia tiene ello? pero, también es necesario que sin
necesidad de ese tipo de preguntas la iglesia misma por cuenta propia diga algo
al respecto. Hace un par de días, escuchaba en una radio cristiana local, una
mensaje de John F. MacArthur, quien daba una explicación a los textos bíblicos: “el obrero es digno de su salario” o, el otro texto que dice que “quien predica
el evangelio debe vivir del evangelio”; él afirmaba que, estos son mandatos
divinos que no podemos negar, vale decir, que es cierto que nuestras
remuneraciones tienen que estar en función de nuestro trabajo, vale decir, de
las funciones que desempeñamos, de los cargos que ejercemos o las tareas que
hacemos. Respecto de que quienes predican el evangelio, deben vivir de él;
considero que, en efecto es un hecho que no puede dejarse aislado, porque,
aunque no se crea, el trabajo del pastor es sumamente sacrificado, es dedicarse
más de 8 horas diarias, a una labor que, muchas veces no es bien vista. Pero,
ello no debe significar, que se debe abusar de ello, de hecho la biblia también
nos enseña que debemos vivir cómodamente con lo que tenemos.
Por otro
lado, no podemos dejar pasar que, así como existen iglesias y pastores que,
como dijera el “teólogo” Arjona “se hacen ricos con la fe”; también existen
negocios, cuyos dueños (evangélicos o no) piensan que colocándole nombre
“divinos” a sus negocios, las bendiciones les caerán del cielo al punto tal
que, empezaran a colocar sucursales en cada cuadra, incluso en el cielo. Me he
paseado por varias ciudades y siempre he visto, al menos un letrero, con
títulos como “Veterinaria Jesús mi Amigo Fiel” o “Urbanización Cristo Redentor
SAC” o “Transportes el Evangelio EIRL” y otros más. La verdad es que no estoy
muy seguro si, cuando en Éxodo 20:7 (No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en
vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.)
la Biblia se refiere a éste tipo de acciones; es decir, al de tomar su nombre o
un nombre relacionado a la divinidad para promocionar un determinado producto
(bien o servicio).
Estamos a
cierre de octubre, mes considerado como mes de la reforma, mes que nos recuerda
a Lutero, un tipo que (para mí) fue un “rayado” en su época, mira que
levantarse en medio de tanta gente para ir contra el clero y denunciar los
abusos que algunos de ellos cometían contra sus feligreses y, de esa manera ir
cambiando la perspectiva de la salvación. 501 años después de ese hecho
trascendental, me pregunto si hoy por hoy, los cristianos de nuestra época
estamos dispuestos a denunciar las injusticias de nuestras iglesias (pese a las
amenazas), me pregunto ¿Qué pensamos de la salvación? ¿Qué pensamos de la fe?
¿Negociamos con ella? Pero sobre todo me pregunto ¿En dónde está nuestra
riqueza?
Simplemente
KAJOVEPI
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