viernes, 27 de marzo de 2009

En Honor a Don Juan Sánchez


Estimada abuelita:

No sabes el profundo dolor que nos dejó tu partida, una partida tan repentina, tan triste, tan dolorosa e inesperada para nosotros. Hasta ahora, cada vez que pienso en tu muerte, en cómo es que tuvimos que darle la noticia al resto de tus hijos, en cómo es que te velamos y mientras ello pasaba tus hijos iban llegando de uno a uno, quizás para reunirse por última vez y así juntos poder darte el último adiós, cada vez que pienso en cómo es que te enterramos, la nostalgia embarga mi ser y pienso que ello nunca debió suceder; pero al mismo tiempo trato de pensar en aquellos otros gratos momentos que pasé contigo y recuerdo lo que alguien al darme pésame me dijo: <<… lo siento hermano, pero es la ley de la vida…>>. A la verdad lo que este amigo me dijo es cierto; de hecho yo siempre se lo decía a mi madre, <<…todos tarde o temprano iremos a parar bajo el mismo suelo…>>, pero cuando esto sucede, déjeme decirles que por muy preparados que estemos y por muy lógico que ello parezca, sucesos como este nos causan un dolor enorme.

Ahora quiero recordar aquellos gratos momentos que pase a tu lado; se que desde el principio, al igual que como lo hicieras con el resto de mis hermanos, fuiste tú la que nos vio desde nuestros primeros días y que ayudabas a mi madre en lo quehaceres de la casa mientras ella guardaba reposo tras el parto, lo cierto es que tu viste como di mis primeros pasos, y fue esta irónica vida la que hizo que yo junto a mi padre y a mi tía Edith, la última de tus hijas, fueramos los que estuvimos a tu lado cuando diste tus últimos suspiros.

Recuerdo aquella vez, cuando yo todavía era un niño y junto con mi madre, al salir del jardín de infancia, fuimos a tu casa para visitarte y pasar un tiempo contigo, sin saber que a la semana siguiente nos mudaríamos para vivir juntos, hasta que la muerte nos separo. Fuiste tú la que me enseño a cocinar esas sopas que tanto me gustan y a preparar esa salsa con ajíes que siempre están presentes en el almuerzo, esto cuando mamá se fue de vacaciones a Chiclayo. Recuerdo que juntos, en más de una ocasión, bajábamos al barranco que esta frente a casa, barranco que se convirtió en tu chacra y que por años nos dio de comer zapotes, guayabas, mangos, plátanos, puspo poroto, guaba, yucas, al tiempo en que sembrabas flores y rosas que adornaban la entrada del lugar; como olvidar las veces en que subías con tu tercio de leña a la casa y al llegar al patio me decías: <<… ah, ya ves, si don Juan Sánchez, puede hacer todo esto; yo no soy Juana Sánchez, sino que yo soy Juan Sánchez Reátegui, porque ¿acaso lo hombres no puedes pueden trabajar?...>> y es así como es que me enseñaste a no ser machista, y a respetar a la mujer. Recuerdo que fuiste tú la que me enseño a rajar leña, y a prender candela en la tullpa; aunque tengo que reconocer que al inicio me demoraba más de una hora para hacerlo, pero así aprendí. No sabes cuánto disfrutaba de ese cafecito ñucñu ñucñu, que preparabas todos los días a las seis de la tarde, y de ese arrocito calentado o de ese platanito asado en las brazas. Recuerdo que me enseñaste a cocer y a ponerle parches a la ropa; también recuerdo que a veces te molestabas conmigo porque no conocía a los vecinos y a tus conocidos, de hecho hasta ahora no conozco a algunos, pero lo que sí recuerdo de esos tus amigos, son los entierros de algunos y al regresar del Campo Santo entrábamos a tomar nuestra chicha de jora, en esa tienda que hasta ahora atiende. Recuerdo cada una de esas historias que me contabas, sobre tu familia, sobre la vida de estudiante de mi padre y de mis tí@s, de cómo es que atendías a los hijos de don Germán Tejada Vela, o cuando trabajaste en el hospital con Annie Soper, como olvidar aquellas leyendas e historias sobre las fiestas y personajes de Moyobamba, mi linda tierra.

Como olvidar las veces en las que me ilustrabas sobre cómo era la Moyobamba de antaño y como es que lavaban sus ropas, o de la forma en la que celebraban San Juan, lo que más resalta en ello, es como celebraban el baño bendito. Me has mostrado más de una foto de tus padres, incluso la de sus entierros y al hacerlo me contabas como eran ellos, y toda esa travesía por la que pasaron al salir de Iquitos, para instalarce en Moyobamba, son muchas las veces en las que veía tus fotos con los cerdos que criabas, y aunque todas las fotos eran identicas, tu siempre me decias que eran chanchos distintos. Te acuerdas que una tarde cuando regrese de la escuela y me puse a escuchar esos huaynos que tanto te gustaban, empezamos a zapatear duro una pieza entera. Fuiste tú la que me enseño los secretos de la crianza de gallinas y patos, y lo que más recuerdo es cuando les armabas su coronas para que pongan sus huevos y luego oven, o de la forma en la que los llevabas a estos animales a su gallinero cuando a eso de las cinco y media de la tarde, salías de tu cuarto con tu balde de maíz y empezabas a llamarlos, <<… veni, veni, veni, veni, veni, cloc, cloc, cloc, cloc, cloc…>>; y muchas veces esos huevos terminaban en nuestros jugos, o en nuestros desayunos o en el ponche que preparabas al atardecer.



Recuerdo que últimamente cuando llegaba a casa y me preguntabas que de donde estaba llegando y yo te respondía que de casarme, tú te rías de ello y en siempre me pedias que te presente a mi novia para que le des el visto bueno; novia que por cierto nunca conocerás. Pero también recuerdo que cuando tenía que viajar a otro lado y me iba a despedirme, tú me aconsejabas a que me portara bien y empezabas a rezar por mí, y al regresar te alegrabas porque sabías que durante todo ese tiempo me fue bien.

Sé que hay muchos por recordar; y de hecho lo haré siempre, quiero que sepas que para mí tú no estás muerta, pues aun vives en mi corazón y en el de todos los que te amamos; para mí el día de tu muerte, será el día en que mi memoria me falle y me olvide de todo e incluso de ti, es decir el día en que yo también tenga que partir.

Juana Lasteña Sánchez Reátegui………………….. ¡¡¡Siempre presente!!!
Nació el 05/03/1924
Falleció el 27/02/2009

Atentamente,



KAJOVEPI

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