viernes, 19 de febrero de 2016

Three years ago

Se dice que si quieres guardar una escena, más aún si es una de esas inolvidables; y quieres que ésta perdure en el tiempo, entonces debes usar una cámara fotográfica o de video, sea digital, manual, de rollos o del más sofisticado celular. Sin embargo, en esta ocasión no estoy de acuerdo con ello; creo que la mejor “grabadora” de esas inolvidables escenas es, sin lugar a dudas, nuestra memoria, y a no ser que te dé alzhéimer, ellas difícilmente se borraran de tu memoria.

Un día como hoy, hace tres años, una singular personita llegó a mi vida; recuerdo que aquel día estaba entusiasmado y nervioso al mismo tiempo, imagino que mi esposa lo estaba el doble, pues ella tenía la tarea mayor; en efecto era el día en que nuestra María Esther (MaE, como la llamamos), tenía que nacer.

Esta chiquita ya se había pasado de días en el vientre de mamá, motivo por el cual los doctores recomendaron una cesárea; y no es lo mismo que te avisen de dicha intervención faltando un mes para ello a que te lo digan faltando menos de 24 horas, NO, no es lo mismo.

Bien, ese día, mi esposa y yo fuimos al hospital muy temprano; es cierto, al principio los del área de Emergencia habían pensado atendernos a los dos, hasta ahora no entiendo ¿por qué?; pero luego se dieron cuenta que era, sólo a mi esposa a quien atenderían. Firmas por aquí, compras por allá, y bla bla bla bla bla… no pienso darles mayores detalles del ajetreado día, pero sí de una anécdota particular que, de alguna u otra forma, sustenta mi teoría de la memoria.

Eran aproximadamente las 10:00 de la mañana, mi esposa ya había ingresado a la “sala de operaciones”; para quienes no conocen el “Hospital de Contingencia del MINSA de Moyobamba”, se los describo; a la entrada está el área de emergencia, al frente triaje, por los costados los consultorios externos y luego un pasadizo te lleva al área de hospitalización (al menos así era ese año). En el ingreso al área de hospitalización, existe un portón que siempre está cerrado; entonces dentro del área, tienes a tu mano izquierda las camas y el hall de enfermeras, a la derecha la Sala de Operaciones, a la izquierda al fondo, el área de maternidad y a su derecha otra área.

Bueno, ese día yo estaba fuera del área de hospitalización, como lo dije líneas arriba, mi esposa ya había ingresado a la Sala de Operaciones; entonces había decidido hacer “guardia”, en una baqueta, que se ubicaba justo al frente del pasadizo que da ingreso al área de hospitalización, y lo único que podía ver era ese bendito portón cerrado; no sabía nada de lo que pasaba adentro, entonces dieron las 10:10 cuando un enfermero vino trayendo una camilla vacía e ingresó al área, dejando el portón completamente abierto de par en par, y de pronto a los 5 minutos, a las 10:15 de la mañana, veo como una enfermera sale corriendo de Sala de Operaciones, con una “wawa” en manos, se volteó a ver el pasadizo y fue allí cuando vi por primera vez a mi hija; fue allí cuando me grabe esa escena de por vida; allí estaba ella, María Esther, bañadita de sangre, gritando a todo pulmón, cargada en los brazos de aquella enfermera, quien se detuvo justo al frente mío, y mientras recibía indicaciones de una de sus colegas, me daba semejante regalo; regalo que por razones de protocolo, no pude regresar a abrazarla, ese instante; pero bueno, fue una linda mañana, que hoy recuerdo, como si fuese ayer.



KAJOVEPI

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