Se
dice que si quieres guardar una escena, más aún si es una de esas inolvidables;
y quieres que ésta perdure en el tiempo, entonces debes usar una cámara
fotográfica o de video, sea digital, manual, de rollos o del más sofisticado
celular. Sin embargo, en esta ocasión no estoy de acuerdo con ello; creo que la
mejor “grabadora” de esas inolvidables escenas es, sin lugar a dudas, nuestra
memoria, y a no ser que te dé alzhéimer, ellas difícilmente se borraran de tu
memoria.
Un
día como hoy, hace tres años, una singular personita llegó a mi vida; recuerdo
que aquel día estaba entusiasmado y nervioso al mismo tiempo, imagino que mi
esposa lo estaba el doble, pues ella tenía la tarea mayor; en efecto era el día
en que nuestra María Esther (MaE, como la llamamos), tenía que nacer.
Esta
chiquita ya se había pasado de días en el vientre de mamá, motivo por el cual
los doctores recomendaron una cesárea; y no es lo mismo que te avisen de dicha
intervención faltando un mes para ello a que te lo digan faltando menos de 24
horas, NO, no es lo mismo.
Bien,
ese día, mi esposa y yo fuimos al hospital muy temprano; es cierto, al
principio los del área de Emergencia habían pensado atendernos a los dos, hasta
ahora no entiendo ¿por qué?; pero luego se dieron cuenta que era, sólo a mi
esposa a quien atenderían. Firmas por aquí, compras por allá, y bla bla bla bla
bla… no pienso darles mayores detalles del ajetreado día, pero sí de una anécdota
particular que, de alguna u otra forma, sustenta mi teoría de la memoria.
Eran
aproximadamente las 10:00 de la mañana, mi esposa ya había ingresado a la “sala
de operaciones”; para quienes no conocen el “Hospital de Contingencia del MINSA
de Moyobamba”, se los describo; a la entrada está el área de emergencia, al
frente triaje, por los costados los consultorios externos y luego un pasadizo
te lleva al área de hospitalización (al menos así era ese año). En el ingreso
al área de hospitalización, existe un portón que siempre está cerrado; entonces
dentro del área, tienes a tu mano izquierda las camas y el hall de enfermeras,
a la derecha la Sala de Operaciones, a la izquierda al fondo, el área de
maternidad y a su derecha otra área.
Bueno,
ese día yo estaba fuera del área de hospitalización, como lo dije líneas
arriba, mi esposa ya había ingresado a la Sala de Operaciones; entonces había
decidido hacer “guardia”, en una baqueta, que se ubicaba justo al frente del
pasadizo que da ingreso al área de hospitalización, y lo único que podía ver
era ese bendito portón cerrado; no sabía nada de lo que pasaba adentro, entonces
dieron las 10:10 cuando un enfermero vino trayendo una camilla vacía e ingresó
al área, dejando el portón completamente abierto de par en par, y de pronto a
los 5 minutos, a las 10:15 de la mañana, veo como una enfermera sale corriendo
de Sala de Operaciones, con una “wawa” en manos, se volteó a ver el pasadizo y
fue allí cuando vi por primera vez a mi hija; fue allí cuando me grabe esa
escena de por vida; allí estaba ella, María Esther, bañadita de sangre,
gritando a todo pulmón, cargada en los brazos de aquella enfermera, quien se
detuvo justo al frente mío, y mientras recibía indicaciones de una de sus colegas,
me daba semejante regalo; regalo que por razones de protocolo, no pude regresar
a abrazarla, ese instante; pero bueno, fue una linda mañana, que hoy recuerdo,
como si fuese ayer.
KAJOVEPI
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