Quiero iniciar esta nota, haciendo una pequeña confesión; bueno, en la medida de lo posible, busco que
éste espacio sea más un espacio de opinión o crítica personal, antes que una
exposición abierta de los pormenores de mi vida; sin embargo, de vez en cuando
verán una que otra nota que, delata esos pormenores que busco ocultar, pero, no
se asuste que no son cosas de otro mundo y, ésta tampoco es la confesión con la
que quiero iniciar.
Resulta que hace algunos años,
cuando salí de la secundaria, decidí, antes de iniciar una carrera, ir por
algunos meses a una Academia Preuniversitaria. Una de esas noches un profesor,
en un tono petulante, se me acercó para sugerirme como carrera, ser profesor; yo, que no me llevaba bien
con él, firmemente le dije que No, que prefiero estudiar cualquier otra cosa,
antes que andar tirando latas; él, que no se quiso quedar callado, cerró la
conversación, indicando que cualquier
profesional puede terminar pateando latas.
Hoy, cerca de 13 años después de
aquel incidente, no saben cómo se me cae la cara de la vergüenza, cada vez que
me cruzo con dicho profesor; no estoy seguro si él recuerda esa conversación
absurda pero, en mi caso lo recuerdo como si fuera ayer. Lo curioso de la
historia, es que ahora que trabajo con docentes y con estudiantes, dicha
profesión a veces me ha llamado la atención y, creo que finalmente podría
atreverme a tener, como segunda carrera, el ser profesor.
El pasado 06 de julio, como
todos los años, hemos celebrado, hemos conmemorado, y hasta feriado nos hemos
tomado, por el día del maestro; he
visto una serie de twits, mensajes en Facebook y en el whatsapp de mucha gente
que agradeció y reconoció la labor de sus profesores y profesoras; he visto
fotos de almuerzos, cenas, fiestas, paseos y más; he visto que hay mucha gente
que ha escrito reseñas, que se ha dignado en repostear el video con el Himno
del Docente; la verdad es que hay quienes sí
se lo merecen, y hay quienes no, como en cualquier otro lado.
Considero que los y las docentes, hacen bastante por
nuestra sociedad; es cierto que la educación viene de casa, en lo que a valores
se refiere, y que ellos y ellas se dedican a inculcar, direccionar o facilitar
el conocimiento; pero, el involucramiento con los y las estudiantes es
inevitable, y entonces a veces se establecen lazos que son más fuertes que la
relación docente-estudiante, en algunos de los casos esos lazos son positivos y
en otros, son mal aprovechados por alguna de las partes.
Considero que su labor es la de afianzar, la de
sentar las bases necesarias para que las nuevas sociedades, y las actuales,
sean sociedades más llevaderas, sean sociedades pensantes, investigadoras,
sociedades que apuesten por el cambio, ¿cómo es que logramos esto? En
definitiva no es un tarea fácil, aunque a muchos les parezca que sí; pero, los
y las docentes son personajes que a diario deben planificar, diseñar sus clases,
estar atentos de lo que pasa con sus alumnos y alumnas, identificar el ritmo de
aprendizaje que tiene cada uno.
Es cierto que las metodologías
de enseñanza han ido cambiando, es cierto que cada quien tiene una forma
distinta de visionar las cosas, es cierto que la currícula ha ido cambiando
pero, la esencia de todo ello se mantiene estable. Sin embargo, y es muy
lamentable tener que indicar esto, a veces la sociedad a través del Estado y
sus políticas, no le permiten al docente, dar el todo de sí. Como nos lo dice
un profesor, en uno de los cursos a los que asistí; “Estamos
en escuelas del siglo XIX, con profesores del siglo XX y estudiantes del siglo
XXI”
Durante los últimos años, hemos
visto a los y las docentes del Perú; salir a las calles a exigir, mediante
paros o huelgas indefinidas, ante el Estado; mejoras en sus salarios, mejoras
en los materiales educativos, mejoras en la infraestructura, entre otros
puntos. De igual forma, durante los últimos años, más de uno de nosotros ha
criticado e incluso se ha opuesto a esos paros o huelgas, aduciendo que no son
necesarias y de que estos(as) exigen mucho para “lo poco que entregan”. Ha salido incluso cada idea descabellada,
como aquella de proponer que sean otros tipos de profesionales, los que los
suplan en las aulas, a fin de que el educando no se vea perjudicado; logrando
así, desprestigiar la labor docente.
En lo personal sospecho y afirmo
que no cualquier persona puede ejercer la docencia, pues ésta, como las otras
profesiones, requiere de gente comprometida, gente que se apasione con lo que
hace, gente que busque generar el cambio desde su profesión.
Dicho esto, quiero aprovechar el
espacio para saludar a los y las docentes que, leen ésta columna y que la
comentan entre pasillos; reconocer que gracias a uno de ustedes es que ahora
puedo escribir, leer y moverme en el mundo de la tecnología. También quiero
aprovechar este espacio para reconocer la labor que día a día realizan con mi
hija, yo sé que es un poco terca (como el padre) pero, ella le va poniendo el
punche y sé que logrará las objetivos trazados. Reconocer la labor de los y las
docentes que vienen trabajando con nosotros en el programa de prevención de
Trata de Menores. Reconocer la labor de mi compañera de trabajo que, entrega
todo de sí para el trabajo con la población sorda. Finalmente y, esperando que
mi profesor de academia lea esto, quiero pedirle disculpas públicas por atreverme a ofender a tan noble profesión.
Simplemente
KAJOVEPI
Gracias totales Maestros!
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