martes, 14 de mayo de 2019

Cartas para ti


Quiero iniciar esta pequeña columna, pidiendo disculpas por no cumplir con una promesa que había hecho; resulta que la semana pasada, pedí algunas ideas sobre ¿qué podría escribir aquí?, alguien sugirió un tema interesante, y yo, sin fijarme en fechas, prometí que lo analizaría y que esta semana lo publicaría; pero, dado que el último domingo se conmemoró el Día de la Madre, vamos a escribir sobre ello; sin embargo, prometo que sí o sí, la próxima semana, tendrán respuesta a esa pregunta que me hicieron.

Hace un año, escribí una nota relacionada a la fecha, en ella hacía una especie de crítica entre la relación de la fecha y los regalos que se entregan a las agasajadas; mi columna de aquella ocasión se denominaba; Hola mamá, toma “tu sartén”, si aún no lo has leído y quieres hacerlo, pues puedes hacer clic sobre el título y ubicarlo. Dejando a un lado nuestro cherry, vamos al punto en cuestión.

Canciones en relación a esta fecha, hay un shunto; de pronto, me atrevo a mencionar a Ricardo Arjona, quien con su canción denominada, Mi novia se está poniendo vieja, relata la historia de amor entre él y su madre, desde el momento en que él nació, incluso mucho antes; resalta pues, que, en efecto, el amor de madre, es el amor más puro y real que pueda existir sobre la faz de ésta tierra; indica también, que nosotros, siempre seremos campeones o campeonas para nuestras madres, aunque seamos los últimos en llegar, pues no importa cómo lleguemos, para ellas lo que importa es que lo logremos. A decir de Arjona, ellas siempre nos van a esperar; siempre van a tener memoria por cada uno de sus hijos e hijas; siempre van a buscar el bienestar nuestro; confidentes por excelencia; así son ellas. Pero, Arjona dice algo que, aunque nos cueste entender o reconocer, es cierto; nuestras madres, se nos están poniendo viejas, y su vejez, no debe ser sinónimo de burla, sino por el contrario, de rescate y valoración de toda la experiencia que han recogido en estos años.

Existe también, un clásico en estas fechas, gracias al gran compositor Juan Gabriel y su canción Amor Eterno; ¿Quién de nosotros no lo ha escuchado o dedicado a alguien? No estoy seguro de esta versión, pero hay quienes dicen que dicha canción se compuso en vivo, en uno de sus conciertos por México, justo en el preciso momento en que se enteró que su madre falleció. Y es que claro, esta canción nos trae al recuerdo a aquellas madres que se nos adelantaron en ese viaje sin retorno; de aquellos seres que desde el momento en que partieron, se convirtieron en nuestros amores eternos; de aquellos seres que pese a que han pasado muchos años o quizás algunos días, las tendremos siempre en nuestra memoria y recordaremos cada una de las escenas vividas y compartidas en común; puede que la muerte de alguien en particular, como en mi caso, el de mi abuelita Juana, sea nuestro (…)más triste recuerdo… de una determinada ciudad; puede que deseemos que sus (…)ojitos jamás se hubieran cerrado, para estar mirándolos…; sin embargo, hay una esperanza de que (…)tarde o temprano, nos volveremos a ver, y nos seguiremos amando… otro punto que se puede rescatar de esta canción, es que muchas veces tenemos la posibilidad de hacer más por nuestras madres, sin embargo, a veces no lo hacemos y, ya cuando les decimos adiós, nos atrevemos, entre lágrimas, a decir que pudo haber sido mejor, sugiero pues, que para no llegar a ese nivel, seamos un poco más conscientes y, démosle lo mejor, no me refiero al dinero, porque eso no es tan importante, como el amor y tiempo que podamos compartir, eso, eso da más calor.

Escribir estas líneas me trajo a la memoria a mis dos abuelitas; la primera, Juanita, mi abuela paterna, quien lamentablemente ya falleció hace más de diez años; y con quién compartí cerca de veinte años a su lado, en este tiempo ella me enseñó a rajar leña para prender la tullpa, me enseñó que el café de olla se toma cargado y con chancaca, me enseñó que no está demás asarse un plátano verde por las tardes; me enseñó que a las gallinas, cuando son nuevas en el corral, se las debe humear para que no se escapen, que cuando van a empezar a poner huevos, se les debe colocar, en el gallinero, un mirador para que sea una especie de muestrario  en el nido y que cuando ya pusieron más de 10 huevos seguidos, es necesario incitarlas a que oven; me enseñó que para que no llueva, en el suelo de las huertas debemos dibujar un sol radiante, colocar un par de machetes en forma de x, y soplar a los vientos para que las nubes se vayan a los cerros; debo entonces, dedicarle aquel vals peruano Juanita,  que compuso Pablo Casas.        

Por otro lado, mi Ama Lucha, mi abuela materna, y que gracias a Dios aún la tiene con vida; también nos ha enseñado varias cosas. Si bien es cierto que ahora está en Moyobamba, en una larga visita, pero, ella vive en Santa Rosa, un pueblo que se encuentra de camino al Puerto Chérrepe, allí entre Chepén y Guadalupe; ella me enseñó a tomar otro tipo de café, sí, ese de cafetera tradicional, ese cuya esencia es perfecto para un café expreso que, acompañado con las tradicionales galletas de leche, de ese pueblo, es único; me enseñó a valorar el agua, a no desperdiciarla, porque es lo más valioso que tenemos; también me enseñó a rajar leña, pero de otra forma, usando estacas, las rajas de algarrobo sí que son duras; me enseñó a criar patos, a degustar un buen guiso de pato al estilo norteño; me enseñó a comer esa caballa jalada o ese ceviche de raya; me enseñó que la puntualidad es importante, que si no te levantas a tiempo, no tendrás pan para el desayuno, porque se acaba rápido; me enseñó, que sea que tengas mucho o poco, siempre es bueno compartir. Recuerdo entonces, parte de la canción Hoy no quiero cantar de Leonardo Favio, que entre letras dice (…)abuelita menuda, abuelita Milagro, que haces pan de la nada…

Me atrevo a tomar un pedazo de papel y un bolígrafo, no para escribir una canción, pues no soy compositor; sino para, intentar escribir unas cuantas líneas a estas madres, que a veces pasan desapercibidas y, que pese a todo, merecen que se les salude; me atrevo a intentar escribir unas pequeñas líneas de saludo para;

Aquellas madres, que por diversas razones, ahora están en prisión, lejos de sus hijos e hijas; cumpliendo con condenas, justas e injustas, pero viviendo una nueva experiencias; aquellas madres, que viéndose obligadas a buscar un mejor futuro para su familia, ahora están en otros lugares, lejos de ella; aquellas madres, que han visto en trabajos de alto riesgo, como la prostitución, el tráfico de drogas u otros similares, una oportunidad para salir adelante; aquellas madres, que ahora están tomando la difícil decisión de quitarse la vida, porque esta vida no les ha tratado bien; aquellas madres, que ahora están en un juzgado exigiendo una pensión de alimentos; aquellas madres, que luego de ser violadas, se han visto obligadas a ser madres; aquellas madres, que, en medio de diversas circunstancias, se vieron obligadas a “abandonar” a sus hijos e hijas; aquellas madres, que pese a haberlo dado todo, ahora están en el completo abandono, refugiadas en algún albergue o botadas en la calle pidiendo limosnas…

A todas esas madres, a las que nadie quiere ver, para ellas fueron estas líneas.     

Simplemente KAJOVEPI 



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