Quiero
iniciar esta pequeña columna, pidiendo disculpas
por no cumplir con una promesa que había hecho; resulta que la semana
pasada, pedí algunas ideas sobre ¿qué podría escribir aquí?, alguien sugirió un
tema interesante, y yo, sin fijarme en fechas, prometí que lo analizaría y que
esta semana lo publicaría; pero, dado que el último domingo se conmemoró el Día de la Madre, vamos a escribir sobre
ello; sin embargo, prometo que sí o
sí, la próxima semana, tendrán respuesta a esa pregunta que me hicieron.
Hace
un año, escribí una nota relacionada a la fecha, en ella hacía una especie de
crítica entre la relación de la fecha y los regalos que se entregan a las
agasajadas; mi columna de aquella ocasión se denominaba; Hola mamá, toma “tu sartén”, si aún no lo has leído y quieres
hacerlo, pues puedes hacer clic sobre el título y ubicarlo. Dejando a un lado
nuestro cherry, vamos al punto en cuestión.
Canciones
en relación a esta fecha, hay un shunto; de pronto, me atrevo a mencionar a Ricardo Arjona, quien con su canción
denominada, Mi novia se está poniendo
vieja, relata la historia de amor
entre él y su madre, desde el momento en que él nació, incluso mucho antes;
resalta pues, que, en efecto, el amor de madre, es el amor más puro y real que
pueda existir sobre la faz de ésta tierra; indica también, que nosotros,
siempre seremos campeones o campeonas para nuestras madres, aunque seamos los
últimos en llegar, pues no importa cómo lleguemos, para ellas lo que importa es
que lo logremos. A decir de Arjona, ellas siempre nos van a esperar; siempre
van a tener memoria por cada uno de sus hijos e hijas; siempre van a buscar el
bienestar nuestro; confidentes por excelencia; así son ellas. Pero, Arjona dice
algo que, aunque nos cueste entender o reconocer, es cierto; nuestras madres,
se nos están poniendo viejas, y su vejez, no
debe ser sinónimo de burla, sino por el contrario, de rescate y valoración
de toda la experiencia que han recogido en estos años.
Existe
también, un clásico en estas fechas, gracias al gran compositor Juan Gabriel y su canción Amor Eterno; ¿Quién de nosotros no lo
ha escuchado o dedicado a alguien? No estoy seguro de esta versión, pero hay
quienes dicen que dicha canción se compuso en vivo, en uno de sus conciertos
por México, justo en el preciso momento en que se enteró que su madre falleció.
Y es que claro, esta canción nos trae al recuerdo a aquellas madres que se nos
adelantaron en ese viaje sin retorno; de aquellos seres que desde el momento en
que partieron, se convirtieron en nuestros amores eternos; de aquellos seres
que pese a que han pasado muchos años o quizás algunos días, las tendremos
siempre en nuestra memoria y recordaremos cada una de las escenas vividas y
compartidas en común; puede que la muerte de alguien en particular, como en mi
caso, el de mi abuelita Juana, sea nuestro (…)más
triste recuerdo… de una determinada ciudad; puede que deseemos que sus (…)ojitos jamás se hubieran cerrado,
para estar mirándolos…; sin embargo, hay una esperanza de que (…)tarde o temprano, nos volveremos a ver, y
nos seguiremos amando… otro punto que se puede rescatar de esta canción, es
que muchas veces tenemos la posibilidad de hacer más por nuestras madres, sin
embargo, a veces no lo hacemos y, ya cuando les decimos adiós, nos atrevemos, entre
lágrimas, a decir que pudo haber sido mejor, sugiero pues, que para no llegar a
ese nivel, seamos un poco más conscientes y, démosle lo mejor, no me refiero al
dinero, porque eso no es tan importante, como el amor y tiempo que podamos
compartir, eso, eso da más calor.
Escribir
estas líneas me trajo a la memoria a mis dos abuelitas; la primera, Juanita, mi
abuela paterna, quien lamentablemente ya falleció hace más de diez años; y con
quién compartí cerca de veinte años a su lado, en este tiempo ella me enseñó a
rajar leña para prender la tullpa, me enseñó que el café de olla se toma
cargado y con chancaca, me enseñó que no está demás asarse un plátano verde por
las tardes; me enseñó que a las gallinas, cuando son nuevas en el corral, se
las debe humear para que no se escapen, que cuando van a empezar a poner
huevos, se les debe colocar, en el gallinero, un mirador para que sea una
especie de muestrario en el nido y que
cuando ya pusieron más de 10 huevos seguidos, es necesario incitarlas a que
oven; me enseñó que para que no llueva, en el suelo de las huertas debemos
dibujar un sol radiante, colocar un par de machetes en forma de x, y soplar a
los vientos para que las nubes se vayan a los cerros; debo entonces, dedicarle
aquel vals peruano Juanita, que compuso Pablo Casas.
Por
otro lado, mi Ama Lucha, mi abuela materna, y que gracias a Dios aún la tiene
con vida; también nos ha enseñado varias cosas. Si bien es cierto que ahora
está en Moyobamba, en una larga visita, pero, ella vive en Santa Rosa, un
pueblo que se encuentra de camino al Puerto Chérrepe, allí entre Chepén y
Guadalupe; ella me enseñó a tomar otro tipo de café, sí, ese de cafetera
tradicional, ese cuya esencia es perfecto para un café expreso que, acompañado
con las tradicionales galletas de leche, de ese pueblo, es único; me enseñó a
valorar el agua, a no desperdiciarla, porque es lo más valioso que tenemos;
también me enseñó a rajar leña, pero de otra forma, usando estacas, las rajas
de algarrobo sí que son duras; me enseñó a criar patos, a degustar un buen
guiso de pato al estilo norteño; me enseñó a comer esa caballa jalada o ese
ceviche de raya; me enseñó que la puntualidad es importante, que si no te
levantas a tiempo, no tendrás pan para el desayuno, porque se acaba rápido; me
enseñó, que sea que tengas mucho o poco, siempre es bueno compartir. Recuerdo
entonces, parte de la canción Hoy no
quiero cantar de Leonardo Favio,
que entre letras dice (…)abuelita menuda,
abuelita Milagro, que haces pan de la nada…
Me
atrevo a tomar un pedazo de papel y un
bolígrafo, no para escribir una canción, pues no soy compositor; sino para,
intentar escribir unas cuantas líneas a estas madres, que a veces pasan
desapercibidas y, que pese a todo, merecen que se les salude; me atrevo a
intentar escribir unas pequeñas líneas de saludo para;
Aquellas madres, que por diversas razones, ahora
están en prisión, lejos de sus hijos e hijas; cumpliendo con condenas, justas e
injustas, pero viviendo una nueva experiencias; aquellas madres, que viéndose obligadas a buscar un mejor futuro
para su familia, ahora están en otros lugares, lejos de ella; aquellas madres, que han visto en
trabajos de alto riesgo, como la prostitución, el tráfico de drogas u otros
similares, una oportunidad para salir adelante; aquellas madres, que ahora están tomando la difícil decisión de
quitarse la vida, porque esta vida no les ha tratado bien; aquellas madres, que ahora están en un juzgado exigiendo una
pensión de alimentos; aquellas madres,
que luego de ser violadas, se han visto obligadas a ser madres; aquellas madres, que, en medio de
diversas circunstancias, se vieron obligadas a “abandonar” a sus hijos e hijas; aquellas madres, que pese a haberlo
dado todo, ahora están en el completo abandono, refugiadas en algún albergue o
botadas en la calle pidiendo limosnas…
A
todas esas madres, a las que nadie
quiere ver, para ellas fueron estas líneas.
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