sábado, 25 de noviembre de 2017

Vamos a la Marcha

Durante la presente semana, y previas a una nueva marcha del #NiUnaMenos, nos enteramos de una lamentable noticia (al menos la más notoria, de hecho que hay más de ese tipo, pero en ésta ocasión nos centraremos en esa); se trata sobre la trágica y repentina muerte de una voleibolista peruana, de apenas 16 años, en circunstancias aún no esclarecidas.

Como mencioné líneas anteriores, es más que seguro que hubo más casos similares, durante la semana o semanas pasadas, casos que no deben desmerecer nuestra atención, sino que por el contrario deben esclarecerse y buscar responsables y sanciones (en caso las hubiera); sin embargo, la intención del presente artículo es reflexionar tomando en cuenta la siguiente pregunta ¿cómo estamos actuando como sociedad frente a éste tipo de casos?

En relación al caso sobre la voleibolista Alessandra Chocano (16 años), se ha hablado mucho sobre ella, entre verdades y mentiras, la prensa ha tratado de “ayudar” a esclarecer los hechos, y cual Ministerio Público han entrevistado a cuánto involucrado han creído conveniente a fin de tener “todas las versiones del hecho”; una de las primeras conclusiones a las que se ha llegado (y que se soporta en los exámenes médico legista) es que la niña murió por un “edema cerebral y pulmonar”; otro de los resultados de esas investigaciones, revelarían de que la niña de 16 años, previo a su muerte, estaba en una discoteca y luego fue, junto a otras personas, a un departamento en Miraflores – Lima, donde estuvieron bebiendo, fue entonces cuando murió, aparentemente por exceso de alcohol; la forma en cómo se encontró su cuerpo, parece indicar que también sufrió una violación sexual.

La verdad es que frente a éste caso, no podría aportar mucho (en términos médicos o legales, dado que ni soy doctor, ni soy abogado) y sólo esperaría las versiones oficiales de quienes corresponda. Sin embargo, de lo que sí puedo hablar es de todo lo que ésta muerte ha generado; una de las cosas que llamó mucho mi atención, es que aún existe gente que sigue culpando a la niña sobre su muerte; es más, algunos hasta han llegado a justificarla, aduciendo que fue “ella quien se lo buscó” que ¿cómo es posible que una menor de edad esté en una discoteca? ¿Cómo es posible que una deportista no sepa cuidarse, al ingerir todo tipo de alcohol? ¿Cómo es posible que se vaya a un departamento con desconocidos?... si se han dado cuenta, en estos dos últimos párrafos, he resaltado la palabra “niña”, porque en efecto, estamos hablando de una adolescente de 16 años, que si bien es cierto ya era independiente para algunas cosas, sin embargo, para el Estado y sus leyes, ella aún era una niña; entonces, frente a esa circunstancia, yo me atrevería a cambiar algunas de esas preguntas y diría: ¿cómo es posible que una discoteca permita el ingreso de menores de edad a su establecimiento? ¿Cómo es posible que se le expenda bebidas alcohólicas (aun sabiendo que está prohibido)? ¿Cómo es posible que unos cuantos desconocidos (mayores de edad) se hayan atrevido a llevar a menores a su departamento, sabiendo toda la responsabilidad penal y civil que ello implica? ¿Cómo es posible que quien era responsable de la custodia de la niña (sea una persona o una institución) no haya podido tener un poco más de control sobre la misma? ¿Quién va a asumir la responsabilidad sobre ésta muerte? ¿O es que acaso seguimos pensando que la culpable fue la víctima?, y digo víctima, pues aunque la causal de la muerte haya sido natural, ésta puede que haya sido provocada (las circunstancias) y al mismo tiempo evitada.

Otra de las cosas que ha llamado mi atención, es que frente a ésta muerte y al estar involucrados dos deportistas (la occisa y el seleccionado Yordy Reina), lejos de buscar esclarecer los hechos, siento que la situación de les ha ido de las manos (estoy hablando de la prensa) y se ha mancillado a más no poder la imagen de la niña y la de su familia, llegando incluso a inmiscuirse en los más íntimos detalles de la occisa, todo con el fin de alimentar el morbo de la ciudadanía, y desviar las investigaciones. De que existe responsabilidad en la “niña” de hecho que sí, pero de ahí a culpabilizarla del todo, eso ya es otra cosa.

Ahora, es muy probable que usted se pregunte ¿qué relación guarda este hecho con el título de la nota? Pues bien, éste 25 de noviembre, como todos los años, se celebra el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer”; en el marco de ésta celebración, el colectivo “NiUnaMenos ha decidido volver a las calles y levantar su voz de protesta, pues consideran que los hechos de violencia hacia las mujeres, lejos de disminuir se mantienen y van en aumento (pese a los esfuerzos que el Estado ha hecho para que esa realidad cambie), dejando en evidencia los altos grados de vulnerabilidad que tiene la mujer en una sociedad tan machista (aunque nos cueste aceptarlo) como la nuestra; en esta ocasión me he atrevido a hablar sobre el trágico fin que ésta niña tuvo, y en dónde la sociedad lejos de reflexionar sobre ello, sólo ha buscado alimentar su morbo, la especulación y la culpabilidad de la víctima (que no es culpable); pedimos cambios, pedimos sanciones más drásticas, que no está mal hacerlo pero ¿Qué estamos haciendo para generar ese cambio? ¿Cuál será nuestra reacción frente a un nuevo caso de violencia hacia la mujer? ¿Volveremos a sacar nuestros celulares para grabar las escenas o darle “compartir” a las notas morbosas? O ¿las usaremos para denunciar y promover estrategias y medios de protección?

Si éste sábado 25 de noviembre, usted va a la marcha, hágalo por convicción, porque realmente quiere lo mejor para la sociedad, porque de verdad quiere el cambio; hágalo por compromiso y no por sensacionalismos baratos, que de eso ya estamos hartos.


Simplemente KAJOVEPI

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