martes, 12 de marzo de 2019

Conmemora


Hace algunos días se conmemoró el “Día Internacional de la Mujer”; sí, se conmemoró antes que celebrar, y no porque la “celebración” sea mala, sino porque la connotación de la fecha, es otra.

Muchos eventos se dieron previo al 8 de marzo; tiene partida el 8 de marzo de 1857, fecha en la que cientos de mujeres trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York, salen a marchar en contra de sus bajos salarios, que, comparado con el de sus compañeros varones, era por menos de la mitad; dicha manifestación dejó un saldo de 120 mujeres muertas, debido a una sangrienta intervención policial. Luego, se dieron otro tipo de eventos, todos estos buscando la reivindicación de la mujer, hechos llenos de sangre y victorias; hechos por los que la ONU, en 1975 oficializa el 08 de marzo, como el “Día Internacional de la Mujer” [i].

Desde el 1857, las mujeres han salido a las calles a levantar su voz de protesta; esa voz que pide a gritos que el patriarcado desaparezca, esa voz que exige una sociedad más inclusiva, esa voz que reclama por sus derechos (partiendo por la re dignificación de la mujer), esa voz que pide que ya no sean violadas o acosadas, esa voz que pide que las calles les sean seguras; esa voz que te exige que cuando llegue el 08 de marzo de cada año, no te preocupes por las flores, el chocolate, los discursos absurdos o en dedicarles una cursi canción, sino porque conmemores a las cientos de mujeres que han dado su vida por ellas y, te unas a su lucha.

Paralelo a ello, en el Perú, en especial para Moyobamba y posteriormente para Lamas, un boom se estaba gestando allá en la capital. Annie Soper y Rodha Gould, dos inglesas jóvenes enfermeras, habían asistido a un culto de acción de gracias, en donde conocieron a Rochelle Brown, misionero y director del Anglo Peruvian Collage; éste personaje, luego de dar su testimonio sobre su último viaje a la selva peruana, se presentó a dichas jovencitas, a fin de invitarles a hacer misión en un pueblo, cuyo hospital se encontraba cerrado por termas presupuestales (vaya coincidencia con nuestros tiempos) y en donde la población moría a diario debido a problemas de salud, expresadas en viruelas, fiebres, picaduras de víboras y otros males.[ii]

Ambas misioneras no lo pensaron más, sentían que en efecto, esa invitación era una respuesta a sus oraciones, Dios las estaba llamando a su ministerio. Así que, tomaron sus cosas, aceptaron la invitación hecha y, en junio de 1922 iniciaron su viaje; un viaje que, inicialmente les tomaría dos semanas pero, que debido a varios factores lo hicieron en cinco. En el trayecto, pasaron por muchas peripecias, lluvias tormentosas, puentes colgantes peligrosos, hambre, pasantes nada amigables. Finalmente, un 27 de julio de 1922, a las 16 horas al fin llegaron a Moyobamba, nadie las esperaba, nadie las conocía, nadie tenía idea del por qué ellas están allí; fueron a casa de uno de sus guías y se instalaron, desde ese momento empezó su misión, una misión nada fácil pero, que trajo consigo una serie de retos y gratificaciones para ellas y; una revolución en salud, educación, atención a infantes así como en la predicación del evangelio, para los pueblos de Moyobamba, Lamas y alrededores.

Podemos contar varias de sus anécdotas, pero, las resumiremos en decir que, desde que “las gringas”, “las wiracuchas”, “las demonios en cuerpo de mujer” o “las misioneras”, llegaron a Moyobamba la historia de este pueblo cambio radicalmente. Empezaron con una clínica en casa, luego, el estado les dio la potestad de re abrir y administrar el olvidado Hospital de Moyobamba; fundaron un orfanato en Moyobamba, dedicada al cuidado de niños y niñas abandonados; y, fundaron la primera iglesia evangélica de Moyobamba (es interesante que esta iglesia haya sido fundada por dos mujeres; aunque hoy en día, el púlpito les ha sido prohibido, oprimiendo así, el don evangelizador de muchas). Luego de 8 años de servicio en Moyobamba, la misión cambio de rumbo y, se fueron a Lamas.

En Lamas, el servicio en salud, al igual que en Moyobamba, empezó de cero; iniciaron con una clínica y luego pasaron a tener la administración del Hospital. Los niños y niñas del orfanato de Moyobamba, fueron traídos a este lugar (debido a que estaban enfermos) y, se fundó el Orfelinato de Lamas; con ellos(as) mismos(as) se fundó la Escuela Británica, la misma que posteriormente pasó a convertirse en un Instituto Bíblico; fundaron el Cementerio Evangélico y la Primera Iglesia Evangélica de Lamas.

Rodha Gould sirvió 35 años y Annie Soper 42 años; es cierto que durante ese tiempo, más misioneros y misioneras se les unieron; pero, ellas fueron las que iniciaron la misión. Su misión, no fue la más agradable que digamos; eran hostigadas por autoridades políticas y religiosas (católicas), eran perseguidas, las quisieron envenenar en más de una ocasión, los techos de paja que cubrían el cementerio fueron incendiados en más de una ocasión; algunos de los pobladores se oponían a que administren los hospitales o simplemente no les vendían sus productos de pan llevar, entre otras cosas.

Así como fue complicado; también tuvo sus momentos de “reconocimiento”; partiendo por el hecho de que les confiaron la administración de ambos hospitales, fueron llamadas a “entrenar” a las enfermeras que, en ese tiempo brindaban servicio en la frontera Perú – Colombia, durante el conflicto entre ambos países; el Congreso de la República, les concedió la Orden de la Gran Cruz y, el gobierno de Gran Bretaña les dio una condecoración a nombre de su Majestad la Reina Isabel II.

Ambas mujeres, decidieron dejarlo todo, decidieron dejar sus comodidades y su país, para venir a pueblos lejanos en donde sirvieron por muchos años. Que ésta columna, no sólo sirva para hablar de ellas, sino también para homenajearlas y conmemorarlas.

Simplemente KAJOVEPI


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