sábado, 20 de marzo de 2021

Mi casa, mi escuela

Hace un poco más de una semana, junto a una compañera de trabajo, visitamos, por razones de trabajo, una Institución Educativa de Moyobamba ciudad; allí, una larga cola de: algunos adolescente, padres y madres de familia (algunos acompañados junto a sus hijos e hijas); había quienes usaban bien sus mascarillas, pero otros no, es más, algunos niños ni siquiera las llevaban puestas; y qué decir del distanciamiento social, ello, era letra muerta.

Había, en la entrada, un personal que, en teoría, debería tomar la temperatura a todo quien ingrese al recinto, y digo en teoría pues, cuando nosotros llegamos, no nos dijo ni pío. se encargaba de tomar la temperatura a quienes ingresaban al recinto, o al menos, esa era su función, pero, cuando nosotros llegamos no nos dijo ni pío.   


Al principio, no sabía cuáles eran las razones por las cuales el colegio tenía a tanta gente dentro; luego, vimos que la mayoría llevaban en manos las famosas “carpetas de recuperación”, impresas y anilladas. Sí, esas asignaturas/cuestionarios, que se repartieron a inicios de año a los y las estudiantes que, por diversas razones, no pudieron llevar las clases del “Aprendo en Casa”; las mismas que deberían desarrollarlas y luego devolverlas para así, garantizar ser promovidos de grado, caso contrario, se aplazarían.

Mientras esperábamos nuestro turno de atención, mi compañera me comentó que durante las vacaciones había hecho un voluntariado virtual, para asesorar a 02 estudiantes con sus carpetas; me emocionó saber ello, pero, luego me comentó las razones por las cuales estos 02 niños, fueron a recuperación. “Los chiquitos eran bueno, es decir, no habían ido a recuperación porque no sabían, no; sino que, uno de ellos, no pudo llevar las clases porque, en su casa, sólo tienen un celular y ellos eran cuatro, y a veces el papá llevaba el celular al trabajo; el otro era porque el celular que tenía, era de esos chanchitos”.

Entramos a nuestra cita, hicimos lo que teníamos que hacer y, de pronto, tocamos el tema de la conectividad y las clases y la propuesta de que el tema sea presencial y la incertidumbre que ello generaba. Nuestra conversa cerró con una revelación que me asombró más “aquí joven, aquí más del 40% de estudiantes han ido a recuperación, básicamente por problemas de conectividad”.

Pensé muchos en aquellas respuestas; pensé mucho en aquellos y aquellas estudiantes que, cuando los contactaba para hacerles una encuesta o pedirles se conecten a un zoom, me decían “no puedo”, “estoy trabajando”, “no tengo megas”, “no tengo señal”, “está lloviendo” y cosas por el estilo; pensé en aquellos y aquellas docentes que, cuando les llamaba o escribía me comentaban que estaban preocupados porque uno de sus alumnos desistió de seguir estudiando o porque simplemente uno de ellos no se conectó o no está enviando las tareas.    

Hace, exactamente un año y algunos días más, y sin que se inicie el año lectivo 2020, el MINEDU decidió suspender “temporalmente” el servicio educativo presencial, como una forma de contrarrestar la propagación del COVID19 y como una medida de bioseguridad para los y las estudiantes. Nadie nos dijo que esta “temporalidad” duraría todo el año lectivo 2020, y tampoco nos dijeron que se extendería al 2021. Simplemente nos dijeron, vayan a casa, ya luego les diremos cómo haremos para que sus hijos e hijas sigan estudiando, no se preocupen, que no van a perder el año.

Han pasado un año desde que se declaró la pandemia mundial de la COVID19; un año desde que nos mandaron al confinamiento; un año desde que hemos podido ver y vivir de cerca las falencias y lo obsoleto que está nuestro servicio de salud, pero, también, el servicio educativo; un año en que algunas de las empresas de telecomunicación privada, antes que poner sus servicios a disposición del Estado para llegar a la mayor población estudiantil posible, decidieron poner sus facturas por servicios de transmisión; un año desde que nos prometieron tablets con conectividad satelital y con cargadores solares, a fin de que nadie, sí, nadie deje de estudiar, ya sabemos que las tablets recién están llegando.

Es preciso preguntarnos, en todo este año ¿qué tanto hemos aprendido? ¿qué tanto hemos avanzado? ¿qué tanto hemos hecho? Es cierto que la pandemia nos agarró desprevenidos y reveló lo pobre de nuestros servicios; pero, también es cierto que la pandemia ya de por sí nos dijo “te acompañaré un par de añitos más, así que, es mejor que mejores y potencialices tus servicios”; y, sin embargo, vemos que no, que esos servicios no se mejoraron y menos se repotenciaron, por el contrario, hemos visto una serie de vicios, actos de corrupción y de aprovechamiento, alrededor de ella.

En tanto la cartera de Educación, ponga en orden sus ideas y planes; nuestros hijos e hijas están destinados a pasar un nuevo año con la escuela en casa, con todo lo que ello significa; y son conscientes que quizás, esos porcentajes de desertores aumentarán conforme los días pasen; son conscientes, de que la brecha educativa y digital se seguirá calando más la sociedad; son conscientes de que un estudiante sin acceso a red puede vivir en la misma cuadra que otro que tiene todas las facilidades del caso; son conscientes de que el servicio no es de calidad, pero, lo peor, es que no hicieron nada por mejorarlo.

Simplemente KAJOVEPI

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