martes, 21 de julio de 2009

El Porcino con su gripe…

Fue un 16 de abril del 2009, en que el rechoncho de García, con el perdón de mis amig@s apristas, tuvo la gracia de venir a la región San Martín; con la finalidad de inaugurar el tramo de la carretera Fernando Belaunde Terry – Cuñunbuque, provincia de San Martín; así como la Central Hidroeléctrica “Gera II”, en la provincia de Moyobamba.

Durante el día se escucharon a los helicópteros sobrevolar la zona, tanto escándalo para un disparate; ya en clase, un profesor justo nos dijo:
- Así que vino Alan García, de razón uno de esos helicópteros, venia inclinado, por el peso…. Y seguro han venida trayendo la porcina…
Al tiempo que uno de nosotros respondió:
- No, no trajeron la porcina, sino que trajeron al porcino con su gripe.

Bueno el porcino, como tod@s sabemos, maneja una excelente oratoria, al menos eso es lo que dicen los conocidos en la materia; en gran parte es cierto, sino ¿Cómo creen que después de su primer gobierno volvió a ganar las elecciones?, y esta vez engañando a los jóvenes, claro como sabe que éstos se emocionan con cualquier tontería que les dicen….

Una radioemisora nacional, dijo que García afirmó <<…que los demás países nos tienen envidia porque el Perú está teniendo un crecimiento acelerado…>> ¿Crecimiento acelerado? ¿Por dónde? ¿Para quienes? ¿Cuáles son esos países envidiosos?, ¿no será que es éste porcino el que le tiene envidia a sus demás homólogos?... tanto que criticaba a Humala y a Chavez, gritándoles de dictadores y todo lo demás…. Pero, y el ¿Qué cosa se cree?

Recuerdo que cuando salieron los famosos petroaudios, que comprometía a su ex ministro y compañero aprista Rómulo León junto a Quimper, empezó a insultarlos y gritarles “ratas asquerosas”… sin embargo a medida que las investigaciones avanzaban y de pronto o sorpresa empezaban a implicarlo en el asunto, saco un Decreto Legislativo, en el cual ordenaba que ya no se podían hacer este tipo de investigaciones, puesto que aparte de ser ilegales corrías el riesgo de ser encarcelado, con este precedente díganme ahora ¿Quién es la rata? ¿Acaso no son de la misma calaña?

Otro medio de circulación local, publicó entre sus páginas el siguiente extracto: <<…Nuestra meta es lograr que al termino de nuestra gestión, tres millones de peruanos deben contar con energía eléctrica. Hasta la fecha ya hemos logrado superar el millón y medio de beneficiados, y en lo que resta de nuestro periodo cumpliremos con la meta, tal como dotar a 2 millones de personas con servicios de agua y desagüe, así como que 800 mil peruanos tengan su título de propiedad…>>, extracto que por cierto también es parte del discurso de este porcino.

Este es el sueño del porcino; mi sueño y de todo corazón es que ese disparate salga de una vez por todas del Gobierno, que estando allí no hacen absolutamente nada de nada, ¿Y cuando hizo algo?; es más le dedico parte de la canción de los Hnos. Yaipen <<…lárgate, haz de tu vida lo que quieras…>>

Ahora otro tema, es que García anhela dotar de servicios a 3 millones de peruanos y de dar Títulos de Propiedad a otros 800 mil; las preguntas del millón de dólares son: ¿Será cierto eso? ¿Logrará su objetivo? Dudo mucho que lo logre, más aun si la gripe de este porcino vuelve atacar, aquella gripe cuyos síntomas son: la indiferencia, la chanboneria, la intolerancia, la apatía, la estupidez; aquella gripe que cuando contagia a determinadas autoridades los vuelve tan pero tan idiotas que hacen lo mismo que quien los contagio; aquella gripe que a medida que va a evolucionando empieza a insultar, rebajar, reprimir a los demás, y que cuando llega a su punto más alto, es cuando empieza a abusar, matar, desaparecer y eliminar a aquellos a quienes los considera como “peruanos de segunda categoría”; y hace lo que Maria Alicia, antropóloga ecuatoriana, narra en el siguiente escrito:

Perú: Desde Bagua

Martes, 7 de Julio de 2009
Fuente:http://www.prensaindigena.org.mx/nuevositio/2009/07/07/peru-desde-bagua/

Recibido de Walter Saavedra, 6 de julio.- Para llegar a la comunidad aguaruna de Yamayaca, un poblado de 300 personas, hay que viajar tres horas en camioneta por una pista de tierra mal afirmada que parte de la ciudad de Bagua y se interna en la selva y luego cruzar el río Marañón, afluente del Amazonas, en una canoa o en un pequeño bote de madera, llamado “peque peque” por el ruido que hace su lento motor.

Los aguarunas pertenecen a la familia étnica de los jíbaros. Su territorio tiene 22,700 kilómetros cuadrados y 60 mil pobladores. Las comunidades más alejadas están a cinco días de viaje desde Bagua, ciudad de 75 mil habitantes que está a mil kilómetros al noroeste de Lima. En la calle de tierra que cruza Yamayaca, donde dos niños juegan al fútbol pateando una lata, encontramos a Bacilio Dekentai.

Nos dice que tiene 40 años y cuatro hijos y que vive de su chacra. Como en todas las comunidades aguarunas, lo que se siembra ahí es plátano y yuca, los dos alimentos básicos de la dieta de los nativos, y un poco de cacao y café. La lluvia ha convertido la calle en un lodazal. Los niños que jugaban han desaparecido.

Después de muchas dudas, Bacilio accede a contarnos lo que vio durante el cruento operativo policial para desalojar a los indígenas que bloqueaban una carretera en las afueras de Bagua, en la zona llamada la Curva del Diablo, exigiendo se derogue una serie de leyes que facilitan el ingreso de las transnacionales a su territorio. “Nos atacaron como si estuviéramos en la guerra. El ataque comenzó antes de las seis de la mañana. Los primeros disparos vinieron de un cerro.

Como mil subimos al cerro pidiendo que no disparen, pero no nos hicieron caso. Estábamos desarmados porque nuestro paro era pacífico. Disparaban a matar. Había muchos muertos. Yo vi cuando mataron a dos heridos que estaban en el suelo.” En medio de la balacera, Bacilio se escondió en la parte alta del cerro. Asegura que desde ahí vio a un helicóptero recogiendo cadáveres. “Vi dos viajes del helicóptero.

En cada viaje recogió como treinta muertos. Nadie sabe dónde los han llevado. Con mis propios ojos lo he visto.” Las cifras oficiales registran diez civiles y veinticuatro policías muertos. A una hora de Yamayaca está la comunidad de Wawas. Mientras camina entre las pequeñas casas de caña, madera y techo de hojas de palmera en las que viven los 600 pobladores de Wawas, el apu (jefe) de la comunidad, Heriberto Tiwijan, nos relata su historia sobre lo ocurrido en la Curva del Diablo.

“Yo estaba dirigiendo un grupo de 50 pobladores de mi comunidad. En total, éramos como tres mil. Nos atacaron por tierra y aire. Desde un helicóptero disparaban bombas lacrimógenas y balas. En la pista la policía avanzaba hacia nosotros disparando al cuerpo. También nos atacaban desde un cerro. Yo vi tres cuerpos quemados. Esos no están entre los diez cadáveres que hemos recuperado.”

Tiwijan nos lleva hasta la casa de uno de los heridos. Grimaniel César, que tiene 26 años y un hijo, está echado sobre el piso de tierra de su casa. Recibió un balazo en la pierna y no se puede parar. Apenas puede hablar por el dolor. “La bala me cayó en la parte de arriba de la pierna. Me entró por delante y salió por atrás. El dolor es muy fuerte. Siento que me quema por dentro. No tengo ninguna medicina para tomar.”Grimaniel respira profundo, hace un esfuerzo para aguantar el dolor, que se refleja con intensidad en su rostro, y continúa: “Subí al cerro cuando nos comenzaron a disparar desde ahí para pedir que no disparen. Los policías disparaban al cuerpo, a matar. Nunca pensamos que eso podía pasar. Las balas volaban por todos lados. Vi a diez hermanos caer muertos ahí en el cerro (el gobierno asegura que en el cerro murieron tres nativos).

Los heridos en el cerro eran tantos que no se podían contar. Todos corrían para salvar su vida. Me impactó una bala en la pierna y caí al suelo. Un amigo tuvo valor y me cargó hasta la pista, donde había una ambulancia. Si la policía me encontraba herido seguro me mataba”.

Sekut Díaz, una mujer aguaruna de 36 años, también estuvo en la Curva del Diablo. Con el dolor marcado en el rostro y sacándose el temor de encima –“Tenemos mucho miedo de hablar y decir la verdad de lo que pasó porque después vienen las represalias, pero alguien debe hablar porque si nadie hace oír su voz nunca se sabrá la verdad”– denuncia que ella vio a la policía rematar a los heridos que habían quedado atrás porque nadie pudo ayudarlos a escapar.

“Nos atacaron sin compasión, como si fuéramos el peor enemigo. Yo me escondí cerca de la pista y desde ahí he visto cómo la policía mataba a unos hermanos que estaban heridos; les dispararon cuando estaban en el piso. También vi cómo quemaron a otro hermano. Vi cómo ardía su cuerpo; movía los brazos y sus piernas.”

Huyendo de la Curva del Diablo los nativos llegaron hasta Bagua. Ahí la población mestiza de la ciudad se había levantado al escuchar de la represión contra los indígenas y la policía los estaba reprimiendo. “En Bagua vi a una mujer y a una niña heridas de bala, no sé qué pasó después con ellas, y también vi dos muertos: un mestizo gordo que tenía un balazo en el pecho y un hermano awajún (aguaruna), Felipe Sabio, al que la policía le disparó desde un techo.

El hermano cayó por un balazo en la pierna y cuando estaba en el suelo los francotiradores lo remataron”, revela Salomón Awananch, apu de la comunidad de Nazareth. En su casa de un ambiente en Wawas, la joven viuda de Felipe Sabio llora la muerte de su esposo con su pequeño hijo de pocos días de nacido en brazos. Es el cuarto de sus hijos y nació el 11 de junio, seis días después de que mataron a su padre.

“Mis hijos se han quedado sin padre, sin nadie que vea por ellos. Dicen que las esposas y los hijos de los policías muertos están sufriendo y por eso el gobierno les va a dar una indemnización, pero a nosotros no nos reconocen nada.

También exigimos una indemnización. .. ¿o acaso nosotros no estamos sufriendo, acaso mi esposo es un perro que ha muerto, acaso nosotros no somos también seres humanos?”, reclama, con la voz entrecortada y lágrimas de dolor, pero también de indignación y rabia por la manera como mataron a su esposo, y por la forma como el gobierno le hace sentir el olvido y marginación en que viven los pueblos indígenas.

Esas son las consecuencias que provoca el contagiarnos del virus de este porcino, espero que ninguno de ustedes se deje contagiar….

KAJOVEPI

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